Estamos escribiendo esta columna hoy de la marcha de la protesta, cuando no se sabe a ciencia cierta el objetivo que tiene pese a ser anunciada desde hace bastante tiempo. Todos los temas que se han mencionado, si es que hay conciencia de los que hay que hablar, son plausibles y por tanto estimulan al ciudadano del común a hacerse presente, sin saber exactamente qué es lo que los organizadores de esta demostración democrática quieren solicitar a quienes tienen la capacidad de hacerlo. Que son básicamente el legislativo y el ejecutivo. Que es lo que se reclama fuera de pedir autoridad que se haga sentir, mejor dicho que gobierne solicitud sobre la cual sí parece que haya consenso.
El señor Duque, quién ocupa la llamada Casa de Nariño, goza en general de aprecio y afecto; la gente está a su lado con el gran deseo de sentir el profundo deseo que gobierne como estamos acostumbrados a que se haga. Lo evidente es que el ejecutivo, una de las ramas del poder público, ejerce con todas las facultades que le confieren la Constitución nacional, una magistratura a la Nación que tiene efectos innegables sobre las otras, particularmente sobre la legislativa que la provee de todos los instrumentos legales y jurídicos necesarios para desarrollar sus funciones de acuerdo con sus propios propósitos.
A nuestra memoria vienen los ciudadanos que han ejercido la primera magistratura sobre los cuales la historia ha hecho los juicios, siempre reconociendo que han ejercido el poder que se les confirió conforme a la Constitución nacional, aunque se discrepe del uso que hicieron de ella. Lo importante fue que lo hicieron. Que la ejerza el actual gobierno es el deseo profundo de los ciudadanos. Suponemos que lo que queda vigente es el reconocimiento de que se está gobernando. Este es quizá el fin último de la marcha que se está realizando.
La preocupación que ha embargado a los ciudadanos interesados en la bienandanza de la nación, tiene que ver con los antecedentes violentos que últimamente se han apoderado de estas manifestaciones populares, pero también a la ola de malestar que se ha venido apoderando de algunos de nuestros vecinos. No hablemos de Venezuela, que es un caso particularmente “sui generis”, con el temperamento de su pueblo y también de la historia de la cual es imposible desligarse. Ecuador, Bolivia, Brasil, Perú, Chile para no mencionar los que son objeto de reflexiones, son algunos de nuestros vecinos con los cuales participamos en una historia común, pero que hoy por hoy están debatiéndose en serias dificultades que han puesto tremolar su estabilidad democrática.
Chile, que ha sido un país con una población extraordinariamente seria, educada y consciente de su pasado y de su futuro, hoy se debate en serios problemas que ha dado ejemplo de madurez política y pretende poner entredicho su conciencia y su futuro. Ojala el proceso conmovedor que vive no nos contagie y salga limpiamente de sus apuros.