LA economía global intenta reponerse de uno de sus ciclos más desalentadores, aunque restan varias terapias para sacarla de estado crítico.
La Eurozona, Asia, Estados Unidos y Canadá, muestran síntomas diversos en su aclimatación a un mejor ambiente económico.
América Latina y el Caribe señalan rastros de una ligera reanimación impulsada desde Perú, con recuperación de Argentina y Brasil, progresos en Chile y Paraguay. Bolivia está a flote.
Venezuela, rumbo a hiperinflación del 50% mensual es la gran decepción de la región. No hay caminos ni recetas al alcance para rescatar su frágil economía.
Colombia, lejos de volver a crecer al 5 y 7% anual, con guarismos apenas arriba del 1% este año, no puede descuidar sus indicadores sociales, de pobreza y desempleo.
Estados Unidos asoma cabeza en expansión económica bordeando el 3%, aunque en el último informe de empleo haya perdido 33 mil plazas.
Alemania sigue relativamente bien con crecimientos que rozan el 2%. España que vive un avispero por cuenta del grito independista de Cataluña, acusa mediocres indicadores de generación de nuevos puestos de trabajo y raquítico desempeño económico.
Grecia, con sus deudas pendientes y su plan de choque con base en austeridad del gasto, supresión de nómina oficial y recortes en inversión social, intenta salir a flote tras un hondo naufragio financiero con acreedores foráneos. Su crecimiento no será en ningún caso arriba del 1%.
Italia, Francia e Inglaterra no la pasan de lujo por culpa de un clima politizado, aumentos en costos de vivienda, salud y educación. El empleo, la gran dificultad de las tres naciones. Enfocan este año crecimientos que bordean entre el 1 y un poco más de 2%, con desconfianza y desanimo de consumidores.
El bajonazo de los precios de materias primas golpeó duro la balanza comercial de países ricos y emergentes, que, como Colombia, no alcanzan a reponerse a punta de ajuste fiscal y reducción de gasto público.
¿Qué tienen en común las economías predominantes y las en vía de desarrollo? Pues que sufren los mismos trastornos y requieren cirugías con pronósticos reservados.
Tanto allá como acá, en Europa como en el sur, cunden los problemas relacionados con desempleo, aumento de la pobreza, crecimiento de migrantes y refugiados, desigualdad, desnutrición infantil, caída de inversión y mayores costos para acceder a educación y salud.
Todo ello influenciado por corrupción a granel.
¿Y qué han hecho unos y otros para remediar el lío? Más bien poco.
Estados Unidos y Europa carecen de un fondo de asistencia o estabilización financiera para pagar una política de empleo.
Colombia, Venezuela y el resto de vecinos tampoco cuentan con un fondo de compensación que financie la generación de nuevos puestos de trabajo.
Sería un fondo con recursos públicos y privados nutrido con excedentes en tiempos de buenos precios de materias primas. Estos recursos serían utilizados en épocas de vacas flacas como hoy para atender la crisis social de los desempleados.
Ahorrar 10% de lo que obtiene los países por materias primas para destinarlo cuando lleguen los malos precios y sea preciso costear programas de empleo.
Naciones se acostumbraron a alardear cuando balanza comercial es positiva. Olvidaron guardar en la alcancía para contar con un ‘colchón’ que garantice los recursos necesarios para impulsar el empleo.
Se derrocha en esto y aquello sin proyectar que, como ahora, hay millones de desempleados esperando atención.
Economía global aún sigue en terapia. Su recuperación es lenta.