Sería inevitable evaluarlos en su coherencia histórica. Para eso es la campaña.
Hoy más que nunca necesitamos saber qué piensan, qué creen y en quién creen.
¿Qué limites tienen?, ¿Cuáles son sus valores y sus principios?
Desde que en Colombia el lenguaje pasó a ser arma de guerra y dejó de tener relación con su significado verdadero, el discurso público, es en su gran mayoría, mentiroso. Y ni hablar de la coherencia. Si un centro académico decidiera recopilar las actuaciones públicas de buena parte de los aspirantes y las entrega a los medios, tendríamos una herramienta valiosísima para decidir en conciencia por quién votar.
Siempre me he preguntado frente a los personajes públicos ¿Qué los ata? ¿Qué límites tienen? ¿Morales, religiosos, éticos? ¿Qué los hace detenerse frente al afán desmedido de poder? ¿Qué limita su ego? ¿Qué los baja del Olimpo?.
Y otra pregunta que me repito con frecuencia: ¿Cuál es su relación con el pueblo al que aspiran a gobernar? Porque despreciar al pueblo no es un mal menor. Debería ser un delito. Cuando se desprecia al pueblo, lo utilizan, lo manipulan, lo engañan, lo asfixian con impuestos, lo confunden y lo polarizan. Colombia merece dirigentes que honren la democracia respetando y reconociendo la soberanía popular. Para la muestra un botón: un precandidato que elogia las movilizaciones, posteriores al plebiscito y simultáneamente desconoce los resultados del mismo, en nombre de la ultrajada democracia.
Retornar a la separación de poderes es una tarea urgente para salvar el sistema. No más esa connivencia vergonzosa de un legislativo, en su mayoría arrodillado y sometido por dádivas gubernamentales y una rama judicial en la picota pública.
No más saltimbanquis que se voltean de creencias y candidatos sin inmutarse. Cambian con una facilidad pasmosa para halagar al gobernante de turno.
No más gritos, insultos, agresiones. Quien no pueda dirimir las diferencias con argumentos, que se silencie. Los medios no deberían volver a publicar exabruptos y desmanes. Hoy cualquiera que necesite votos grita, insulta, descalifica, se hace notar y listo. De entrada se gana una exposición mediática inimaginada. Los propietarios de los medios y periodistas deberían también hacerse un autoexamen para evaluar a quién le están entregando la visibilidad. Seguramente a los mismos que en un futuro, lo primero que harían, si llegasen a gobernar, sería cerrarlos o censurarlos.
Además y no menos importante necesitamos un gobernante que, si no comparte, por lo menos respete la profundas creencias religiosas y la idiosincrasia de la inmensa mayoría de los colombianos. Que hasta ahora han estado arrinconadas.
En aras de una "paz" que ha sido una "patente de corso" para cambiarlo todo, las minorías nos han impuesto un estado laicista e intolerante.
¿Cuál de los precandidatos recoge las enseñanzas del Papa Francisco sobre reconciliación, verdad, misericordia y Justicia? El terreno está abonado. ¿Y el sembrador?