Las elecciones, en particular las presidenciales y la última sobre la alcaldía de Bogotá, desconciertan en los resultados, los cuales se respetan por vivir en una democracia, aunque relativa y deficiente. Las presidenciales de 2018 fueron ganadas por el uribismo, en cabeza de Iván Duque y se pensó que Álvaro Uribe, su mentor, entraría en decadencia a un ritmo anual infinitesimal en el mejor de los casos.
El proceso que culminó el 27 del mes pasado, hizo evidente la tendencia al ocaso de Álvaro Uribe antes de lo pensado, lo cual satisface porque el ideal expresidencial, en lo personal, coincide con el visto en USA y México: los expresidentes se acogen al retiro y no incomodan a sus sucesores. Ojalá Colombia evolucione, en tal sentido, pero se duda llegar a tal situación en el corto y mediano plazos, pese a los esfuerzos de Belisario Betancur y Juan Manuel Santos. Llama la atención la impopularidad del presidente Iván Duque representada por escritos de María Jimena Duzán (Semana No.1933) y Vicky Dávila (Semana No.1939) y parece que tal sentimiento se extiende al ala radical del uribismo.
No complace el triunfo de Claudia Nayibe López Hernández en la competencia por la alcaldía de la capital de nuestro país y se indica la razón esencial: el desvío del requisito más decisivo e importante en la evaluación política y humana consistente en que las acusaciones de corrupción deben apoyarse, de inmediato, con pruebas convincentes y contundentes. López fue entrevistada en Noticias Uno y calificó de corruptas a diversas personalidades sin señalar comprobación alguna, lo cual desagradó en extremo.
El concepto desfavorable se mantiene, pese al conocimiento posterior de hechos positivos: estudios académicos avanzados, origen humilde superado, avance político notable, significar un progreso sin precedentes en la consecución de igualdad en una sociedad que dista de serlo, culminación de estudios avanzados en el exterior con ayuda del Icetex y ¿Qué opina de las críticas estudiantiles a dicha entidad? ¿Y en qué consisten? Es necesario conocerlas.
Los candidatos preferidos para la alcaldía de Bogotá eran Carlos Fernando Galán Pachón y Miguel Uribe Turbay, descendientes de Luis Carlos Galán Sarmiento y Julio César Turbay Ayala, o sea, los políticos con quienes se tuvo mayor acercamiento personal. El inconveniente visto al segundo era el apoyo de Álvaro Uribe y el Centro Democrático (¿Derecha Democrática?), aunque una coalición entre Galán Pachón y Uribe Turbay habría triunfado y, cabe recordar, un entendimiento sugerido, el año pasado, entre Sergio Fajardo y Humberto de la Calle, pudo ser útil también. Tal parece que fallan los planteamientos políticos de quien escribe y se recuerda el inútil respaldo a Horacio Serpa Uribe.