CON sentido común y ánimo constructivo, inversores dijeron a este cronista que, sin duda, el rearme de un grupo de bandidos, criminales y narcoterroristas, sí influye en el clima de negocios.
Para banqueros de inversión consultados por EL NUEVO SIGLO y Agenda Económica, es preciso conservar la calma, proteger el acuerdo de paz con las Farc, y al mismo tiempo, enfrentar militarmente a los desertores.
No ocultaron su enfado por errático papel de la JEP. Ésta, estimaron, avivó otra vez el cansón ‘sirirí’ de la guerra.
Calificaron de irracional intentar fracturar lo acordado entre el Gobierno y partido Farc y plantearon no pestañear siquiera frente a esos fugitivos.
Para inversionistas dedicados a atraer capitales productivos a la economía, es descabellado que exguerrilleros desafíen nuevamente la seguridad, concordia y salida negociada al conflicto.
Consideran que si bien es un pequeño grupo disidente que no tendría mayor eco para reclutar y alzarse de nuevo en armas, sí es preocupante que su rearme tenga el apoyo político y financiero de Venezuela y Cuba.
A economía la sorprende ahora este episodio penoso, una nueva amenaza de guerra, insistieron.
Preocupa a empresarios que van y vienen con encargos comerciales, tocando y abriendo puertas, que excombatientes intenten seducir a sectores vulnerables como desempleados y migrantes venezolanos.
Ojo al reclutamiento de menores. Cuidado a eventual instalación de nuevos campamentos en zonas estratégicas para reincidentes.
Imagen del país en principales mercados internacionales puede tornarse complicada.
Algunas decisiones de negocios y capitales podrían prolongarse.
Movidas financieras hacia Colombia desde Nueva York, Washington, Miami, Londres, Madrid y París, serían aplazadas o andarían más lento.
Vuelven y suenan tambores de guerra por cuenta de quienes no asumieron responsabilidad plena con sus víctimas.
Ir al monte a capturarlos o bloquearlos militarmente.
Estos sujetos se van a armar hasta los dientes.
Lo más seguro es que ataquen con la excusa de que fue en defensa. Podrían estar montando táctica ofensiva en las montañas.
Las fuerzas armadas deben ir por ellos. El ejército debe ir a la delantera.
El presidente Duque sabe que ni de riesgos, darles ventaja. No sobreestimarlos, tampoco subestimarlos.
No les será fácil montar nueva estructura criminal, asalta caminos.
Sin embargo, el ministro de Defensa, entenderá que está lidiando nuevamente con especie incapaz de sentir respeto por el contrincante.
Tampoco debe ignorarse la ansiedad e incertidumbre que provocan unos bandoleros nuevamente atrincherados en el monte.
Se alteran los ánimos y sube el estrés ciudadano.
Confianza de hogares en el país, en el Gobierno e instituciones, de capa caída.
Ahora, al Gobierno le surge otra urgencia: enfrentar con rigor y mano firme a quienes volvieron a la confrontación.
Y ello sucede en un momento difícil para la economía.
Ocurre cuando el desempleo tocó dos dígitos con 253 mil nuevos desempleados.
En medio de pobreza creciente en regiones y aumento de informalidad.
Nueva amenaza de guerra no va a doblegarnos. Más, somos todos.
No más ese Sirirí cantándole a la guerra.