Acaba de salir en Francia el nuevo libro de Thomas Piketty titulado “Una breve historia de igualdad”. En realidad, no se trata de una breve historia: es un recuento detallado y magníficamente documentado de lo que ha sido en las democracias occidentales la búsqueda, los conflictos, las marchas y contramarchas por la igualdad y la equidad social desde la revolución francesa.
Piketty ilustra muy bien cómo ha habido épocas de avances y momentos de retrocesos en ese esquivo camino hacia una sociedad más justa. El siglo 18 fue de progresos, el 19 de retrocesos, el 20 nuevamente de saltos adelantes con la implantación del estado social de derecho y el impuesto progresivo a la renta, y en el último medio siglo de marchas atrás con el capitalismo descontrolado de la internacionalización financiera.
Resulta de mucho interés el análisis que hace sobre lo que fue el imperialismo inglés y francés durante el siglo 19. La gran concentración de capital europeo nace allí, pero también la ruina endémica de algunos países como Haití; al cual el capitalismo francés le impuso reparaciones en favor de los antiguos propietarios de esclavos liberados en la misma proporción (300% del producto nacional) con que se gravó a Alemania en el tratado de Versalles luego de la primera guerra mundial. Lo que fue, como se sabe el germen, de la segunda. Alemania terminó reponiéndose después del nazismo y de la segunda guerra; Haití nunca se repuso.
El mérito principal de este libro a mi modo de ver es que el autor ilustra cómo la batalla por mayores estándares de igualdad es algo permanente, en constante evolución, y claramente asociado a las evoluciones políticas.
Lo que está sucediendo en China en este momento- aunque no lo trata Piketty -es bien ilustrativo. Ha sido tal el auge de los multimillonarios en la China continental durante los últimos tiempos que el partido comunista y su secretario general, Xi Jinping, han iniciado una cruzada feroz contra los excesos del nuevo capitalismo chino que ahora tiene más multimillonarios que cualquier país occidental. Ha habido severas sanciones contra sus conglomerados (especialmente los tecnológicos), y se anuncian fuertes medidas para contrarrestar este fenómeno en el campo fiscal.
Aunque por supuesto no lo estudia tampoco Piketty, no he cedido a la tentación de cotejar sus tesis con lo que estamos viendo con la reforma tributaria del gobierno Duque, que ya recibió carpetazo en primer debate en las comisiones económicas y que todo indica que será aprobada durante el mes de septiembre.
Como se ha dicho varias veces, esta no era la mejor pero quizás la única reforma tributaria políticamente posible. Hay que abonarle al ministro Restrepo el esfuerzo que ha hecho por concertarla y explicarla de mejor manera que la anterior. Se trata de una ley más de gasto público para contrarrestar los efectos devastadores de la pandemia que una verdadera reforma fiscal. Con un alto sentido de pragmatismo para no ir a repetir el episodio de la fracasada reforma Carrasquilla, el gobierno dejó de lado toda consideración redistributiva en el diseño del proyecto : no se gravan las altas rentas personales; no se gravan las pensiones exorbitantes; no se toca la tributación de capitales; se pasa en puntillas por el impuesto al patrimonio; no se dice una palabra sobre bebidas endulzadas ni sobre tributación verde; no se recorta prácticamente ninguna de las gabelas que con tanto juicio estudió el comité de expertos en privilegios tributarios que el mismo gobierno convocó para estudiar esta grave malformación. Los privilegios tributarios. Impuestos a los que el estado renuncia porque resuelve privilegiar a alguien o a un grupo de personas y que están teniendo un costo cercano a los 60 billones anuales. Es decir, casi cinco veces lo que pretende recaudar la nueva reforma.
La lectura de Piketty resultará útil por lo menos para que los historiadores criollos de la fiscalidad puedan constatar que la reforma tributaria que está en ciernes olvidó deliberadamente cualquier consideración sobre cómo avanzar hacia mayores índices de progresividad y de equidad tributaria. Tarea que le queda al próximo gobierno. Como tantas otras.