El joven Fidel Castro | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Diciembre de 2016

La niñez de Fidel Castro  transcurre en la hacienda paterna, fuera de un tiempo  breve que pasa excluido de la heredad, hasta cuando enviuda el progenitor y se une a la joven madre del chico. En la hacienda se curte más en las faenas del campo. Al llegar la hora formativa el progenitor entrega a su hijo Fidel, que nace el 13 de agosto de 1926, en Holguín, para que lo eduquen los jesuítas, simpatizantes de las derechas.

Fidel estudia Derecho en la Universidad de La Habana,  hervidero de desafectos al régimen dictatorial. Va a la Universidad en un vehículo convertible. Por su ambición, verbo encendido  y capacidad de convocatoria, se le augura un porvenir político promisorio en la derecha o la izquierda. El ambiente político habanero es de ruda pugnacidad, siendo común que los políticos y sus seguidores  se enfrenten a tiros. Fidel es  de los más belicosos agitadores y sus admiradores le atribuyen sanguinarios atentados. Es un revoltoso con un barniz de marxista-leninista; propenso a la aventura, participa en un fracasado intento de derrocar al régimen de Trujillo, y forma parte de los aventureros internacionales que viajan a Bogotá con la finalidad de torpedear la IX Conferencia  Panamericana convocada por Estados Unidos, donde  siegan  la vida a Jorge Eliécer Gaitán,  incendian la capital y dejan un horrible rastro de sangre. Fidel se da a la fuga y en La Habana la izquierda lo recibe  como héroe. Es un consumado agitador, que por algunos es visto como un héroe y por el resto como un provocador de tendencia criminal, dispuesto a todo por coronar sus ambiciones…

Por su elevada estatura, mirada penetrante, aspecto como de joven  deportista, e imaginación desbordada, los ademanes teatrales y su retórica entusiasta, gana fácil la voluntad de las gentes y confunde a sus adversarios. No tiene 30 años y es un líder prepotente en ciernes, se mueve con la seguridad de derrotar a los viejos caciques políticos. El corazón se endurece, dispuesto a sacrificar a todos por el poder.

Las momias dirigentes del partido comunista de Cuba lo ven como un anarquista. El establecimiento no lo toma en serio y considera que es factible de manipular. A su actividad de agitador imaginativo y audaz, se suma la predisposición a valerse de la violencia para sus fines. No faltan las aventuras femeninas, que se suceden una tras otra y que dejan retoños en el camino. Es un seductor nato, la mujer amada es la inspiración del guerrero.

El gobierno lo ve como un aprendiz de brujo como tantos otros jóvenes de su tiempo en Cuba, sin mucho futuro político como eventual burócrata. Fidel intuye que en medio de la corrupción que carcome el mundo político y el poderío creciente de la mafia estadounidense en los negocio sucios, los casinos y la prostitución, es posible desestabilizar el régimen. Cuentan que lee en voz alta y con voracidad los discursos de Mussolini y de José Antonio Primo de Rivera.

Entiende el fascismo.  Hasta cuando seguido de un puñado de jóvenes participan en el asalto al Cuartel Moncada; en 1953; pretenden sorprender y capturar al gobernante de turno el sargento Fulgencio Batista, quien  degrada el poder... La aventura fracasa, varios de los asaltantes mueren y el resto ingresa a prisión. Gentes influyentes y hasta el clero intervienen  por salvar a Fidel.

En su famosa intervención como abogado se defiende como político con ardor y acusa al régimen, se recuerda su frase: “La historia me absolverá” Será su bautismo político: La acción de comandos fracasa, por mal planeada y mal ejecutada. Paga dos años de cárcel. No importa. Figura en las primeras páginas de los diarios, se le reconoce como audaz jefe de comandos.

Como el régimen se pudre a pedazos y la política se reduce a deslizar la garra sucia en el tesoro público, y no existen fuerzas conservadoras que defiendan  el sistema, Cuba está madura para caer en sus despóticos proyectos revolucionarios macro.