La democracia es un sistema de gobierno “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” como dijo Lincoln en Gettysburg (1863), inspirado en los principios de la Revolución francesa. Las autocracias de izquierda añadirían “pero sin el pueblo”, porque crean regímenes de partido único.
Un país democrático es aquel en que hay un sistema de pesos y contrapesos basado en la división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), independientes entre sí, en el que la política se ejerce por quienes obtienen las mayorías en elecciones libres y se respetan las leyes y los tratados internacionales.
Dentro de un sistema democrático es indispensable la oposición que no solamente ejerce control a los actos del gobierno, sino que defiende a los que no votaron por él.
En Colombia la Constitución (artículos 40 y 112 -nuevo-), así como el Estatuto de la Oposición (ley 1909 de 2018) la consideran como un derecho regulado, en el que, frente al gobierno, “las organizaciones políticas deberán optar por: 1. Declararse en oposición. 2. Declararse independientes. 3. Declararse organización de gobierno” o en coalición con él.
El flautista de Hamelin de los hermanos Grimm fue un joven que, con sonidos de flauta dulces y hermosos, libró a esa aldea alemana de las ratas que la invadieron que, al oír la melodía, lo siguieron fuera de ella.
Petro ha ganado las elecciones legítimamente. Es, pues, el representante de la mayoría colombiana. Presentó un programa populista de gobierno que atrajo al pueblo. Como el flautista de Hamelin, con un enorme frasco de mermelada que quiere aumentar con una reforma tributaria de 50 o más billones, está atrayendo no solamente a sus propios electores que, como la CUT y la FECODE quieren más y más, o el senador Bolívar que le critica que no haya llamado a los sindicatos, negritudes, indígenas etc. a disfrutar de la partija y sí a los del otro lado.
El problema no es Petro sino de las ratas que van detrás de la mermelada.
Los primeros los verdes, a los que siempre les ha gustado la manzana roja y están recuperando su vocación de mamertos. Luego los liberales que, como carecen de principios, siempre están tras el gobierno, las prebendas y los contratos. Por esas razones se fue Luis Carlos Galán y creó el Nuevo Liberalismo. Pero con el argumento de que hay un “Gran Acuerdo” y de que hay que “unir fuerzas para atender las necesidades de las personas más vulnerables del país”, Galán II (Nuevo Liberalismo) corre detrás del flautista.
La “U”, aunque inclinada a ir detrás del frasco, aún no se decide, pero anuncia que no hará oposición al gobierno. Benedetti y Barreras, dos tránsfugas de ese partido, se habían pasado hace tiempo al Pacto Histórico. Algo similar ocurre con Cambio Radical que se declarará, probablemente, independiente. Un sector del partido conservador, está en la misma tónica, aunque otro, que no sabe quiénes fueron Ospina y Caro, quiere formar parte del Acuerdo. ¿Por qué, más bien, no se vuelven liberales?
Nos queda solamente una parte del partido conservador, Salvación Nacional, los cristianos y el Centro Democrático en la oposición. Así que los que creen que el país está divido en dos fracciones similares se equivocan. La mermelada de Hamelín lo puede todo. Y el líder de la oposición tendrá que ser Uribe porque el otro contendor de Petro, Rodolfo Hernández, no da el ancho.
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Coda: Álvaro Gómez Hurtado propuso, en su momento, un Acuerdo sobre lo Fundamental para que, entre todos, discutiéramos qué camino le convenía al país. Buena falta nos hace.