Nuestra Iglesia a lo largo de sus veinte siglos de existencia no ha estado exenta de controversias internas; algunas han desafiado los dogmas que han sido la base de su existencia doctrinaria. Desacuerdos entre la jerarquía también los ha habido pero éstos suelen ventilarse en foros adecuados y muy pocas veces que se sepa, los fieles toman parte activa. Esta es una actitud que pude calificarse como se quiera, pero no deja de ser una costumbre que se mantiene, base, según algunos de la unidad que siempre la ha caracterizado.
Ahora, sin embargo, el New York Times de esta semana nos trae en su página editorial la información con respecto a la división entre la jerarquía católica en los Estados Unidos cuya base es la queja respecto a la actitud del Papa Francisco con respecto a los desvíos sexuales de los cuales el Papa tuvo conocimiento e ignoró. Con el lenguaje propio de la jerarquía católica como la de un ultraconservador antiguo arzobispo de St. Louis ahora estacionado en Roma, ha tomado parte en la controversia generada por el arzobispo Viganó en una larga carta, expresando que una vez establecidas las acusaciones, las sanciones apropiadas deben imponerse. Los reclamos de Viganó llegan hasta pedir el retiro de Francisco, de tal suerte que se ha creado una división entre los miembros de la jerarquía católica en los Estados Unidos caracterizada entre conservadores que se alinean con Viganó y los que defienden al Papa Francisco.
Las actitudes conducen a un desentendimiento, entre algunos jerarcas calificados como conservadores y algunos sectores progresistas de la Iglesia. Tiene que ver en cómo debe manejarse la conducta sexual desviada de los clérigos. Según el New York Times la mayor prueba a la cual está sometido el Papado de Francisco es precisamente la referente al escándalo de abuso sexual y las determinaciones que tome serán de gran trascendencia para la Iglesia en los Estados Unidos.
Los católicos conservadores en los Estados Unidos han sido oponentes serios del Papa Francisco entre otras razones porque se han resistido a sus esfuerzos por atraer a los católicos que se han apartado de la Iglesia, los divorciados y vueltos a casar o son gays o lesbianas o han perdido la fe; también por sus prioridades políticas con respecto a la protección a los inmigrantes y a los refugiados, también sus acercamientos a Cuba así como el acuerdo nuclear con Irán.
Se han dicho muchas cosas a favor y en contra de la carta de Viganó por parte de fieles y jerarcas eclesiásticos, pero lo cierto es que la lealtad de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos sigue vigente. Su presidente, el Arzobispo de Galveston salió a la defensa observando que el Papa está conforme en encontrar los caminos para informar y disciplinar a los obispos en sus culpas, abusos o desviación de conducta. Es un momento de reflexión para la Iglesia en Estados Unidos.