Soltar lo perfecto
Sabio es lo popular cuando afirma que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Y ello ocurre, entre otras cosas, porque en este mundo nada es perfecto en absoluto sentido, porque estamos en medio de dinámicas de todo orden que fluctúan entre el orden y el caos. Así que la perfección es relativa, acotada en el tiempo y determinada por la visión del observador. Por lo tanto, es clave reconocer esas condiciones de lo “perfecto”: relatividad, transitoriedad y subjetividad.
Escribo esta columna tarde, en noche de viernes, cuando algunas parejas de enamorados disfrutan una cena que para ellos resulta perfecta, sea en un restaurante de postín o un puesto callejero; pero algo podría arruinar la velada, bien sea un aguacero inesperado o una mancha de vino en el mantel. Otras personas en estos mismos momentos están viviendo la muerte de un ser querido o una enfermedad, o simplemente no tienen con qué comer, y las cosas parecieran no ser perfectas. Pero también podría ser comprenderse como perfecta la muerte de alguien que ha sufrido mucho, y al fin descansa.
Lo perfecto, entonces, es relativo, subjetivo y transitorio. Por ello resulta tan complicado hacer consensos que tengan como objetivo el logro de condiciones perfectas, pues desde las diferentes visiones y experiencias de mundo que tienen las partes comprometidas en una situación determinada no se podría encontrar “la” perfección: surgirán desacuerdos, inconformidades, sensaciones de pérdida. Por eso hacer la paz, las diferentes paces que requiere nuestro convulsionado planeta, requeriría como condición sine qua non soltar las expectativas de perfección. Es en las expectativas donde está el atolladero, pues como es tan fácil que las expectativas no se cumplan la frustración, la rabia y el resentimiento pueden brotar en cualquier momento. Y se reinicia el ciclo de la guerra.
Alcanzar las paces tan anheladas pasaría por mudarnos de las expectativas a las posibilidades reales. Negociar con lo que hay, no con lo que quisiésemos que hubiera, resulta fundamental para resolver problemas de pareja, entre familias, clanes, corporativos, facciones nacionales, Estados. Como también es fundamental poder pasar de los intereses personales a unos colectivos, que claramente implicarán algo de inconformidad, en unas partes más que en otras, pues se requiere ceder. En últimas es preciso hacer un salto cuántico de la consciencia, para reconocer no sólo nuestros propios intereses, sino los del otro y los de todos como humanidad.
Eso suena bonito y es difícil de concretar. Sin embargo, iríamos avanzando si en el conflicto de pareja, por ejemplo, no esperamos más de lo que la otra persona puede dar, valoramos lo que hay y desde ahí vamos tendiendo tramos pequeños del puente. En algún momento, el puente se terminará.
@edoxvargas