Costos de la “productividad”
Lo que llamamos evolución de la especie, no necesariamente lo es. Evidentemente, cada etapa de la humanidad -como las etapas de cada persona en particular- plantea diferentes retos para resolver los problemas estructurales y de la cotidianidad. Es preciso actuar de manera oportuna, para que las soluciones que se construyen incidan de manera positiva en las situaciones que requieren ser transformadas. Entonces resulta válida la pregunta sobre cómo precisa ser ese actuar. Las respuestas de hoy nos dicen que los actuares deben ser a velocidad delirante, en aras de eso que se ha dado en llamar productividad.
Sin adentrarme demasiado en su definición, la productividad hace referencia a la relación entre los resultados que se quieren obtener y el tiempo empleado para ello. Este es un recurso extremadamente valioso, sobre todo desde una lógica en que la vida está fundamentada en el hacer. Para muchas personas lo más importante es hacerse notar por los resultados, en ello ponen la vida. Aunque muchas de ellas no lo sepan, esa necesidad de ser vistos es una manifestación egoica, que surgió o bien de una privación de atención en la primera infancia, o de una sobre-exposición a los demás. Quieren llamar la atención a toda costa, pues en el fondo se trata de una estrategia inconsciente para ser amados: me aman si hago mucho, bien y me encargo de mostrarlo.
¡Claro que hacer está bien! La cosa se complica cuando ese actuar está desconectado del cuerpo que somos. Es tanta la necesidad de ser visto, reconocido y amado que con tal de tener el reflector encima se hace lo que sea. Delirio y rapidez son característicos de esa eficiencia, que supuestamente hay que aplaudir. Esa búsqueda de la aprobación y del reconocimiento hace que muchas veces nos olvidemos de nuestro propio cuerpo; él no se olvida de nosotros y si le sobre-exigimos protesta. Actuar para figurar desencadena estrés, bien sea emocional o físico. Y un cuerpo estresado, necesita detenerse para no fundirse.
Entonces, aparecen los accidentes o las enfermedades, que no son gratis ni casuales, sino un recurso para resolver situaciones que no han sido atendidas en lo mental ni lo emocional; en este caso, para recuperarse. Abusar del hacer es una tara de siempre, que en nuestros tiempos se promueve y exalta. ¿Qué pasa si se baja la velocidad? ¿Qué, si no se es tan “productivo”? Pasa que podemos tener una vida más sana, con más tiempo para el diálogo interior, que corremos menos riesgos de traicionarnos a nosotros mismos por ganar la lisonja de los demás. Pasa que podemos evolucionar integralmente, valorando el amor que ya está adentro y que nos empeñamos en buscar afuera.
@edoxvargas