EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Noviembre de 2013

Aceptación y compasión

 

¡Qué  difícil nos resulta a veces aceptar las elecciones de los demás! Esto pasa por una razón muy sencilla: porque les amamos y nos amamos. De hecho, las decisiones de quienes no conocemos y que no repercuten en nuestras vidas, o por quienes no sentimos un afecto especial, nos pasan de largo. Es en el amor, hacia adentro y hacia afuera, que nos vemos interpelados por las opciones que otros toman.

Para quienes amamos queremos lo mejor; pero, ¿qué es eso mejor? Como todos los seres humanos tenemos puntos de vista diferentes, afortunadamente, en eso que es lo mejor no siempre hay coincidencias, y en efecto puede haber posiciones diametralmente opuestas. La construcción de pareja, la elección de un oficio o el desarrollo de un negocio son aspectos en los que quisiésemos que nuestros seres queridos acertaran a la primera. Desde nuestra perspectiva no vemos lo que la persona que toma la decisión sí ve…  y ella tampoco ve lo que nosotros. Al no recordar esto, que es obvio y por ello se nos pasa, no reconocemos el derecho que tenemos los seres humanos a equivocarnos. A veces se equivocan ellos en sus elecciones, a veces nosotros en nuestras percepciones.

Dado que el camino vital es ante todo individual, nadie puede vivir la vida de otro, obviedad que a veces también se nos pasa. Si reconocemos verdaderamente la singularidad, con cabeza, corazón e instintos, podemos amar en verdadera libertad. Dejamos a los otros libres para que tomen sus decisiones vitales, acertadas o erradas, y quedamos nosotros libres para reconocer nuestros prejuicios infundados o nuestras intuiciones comprobadas, sin necesidad de decir el mezquino te-lo-dije.

Si queremos acertar y que otros acierten es porque no queremos que la vida duela. Pero duele. El dolor es parte del libreto. Claro, ninguna madre y ningún padre quisieran que sus hijos se cayeran; pero se caen, es inevitable en el proceso de aprender a caminar. Se golpean, se raspan, duele, lloran. Esa secuencia se repetirá miles de veces en la vida, porque así está diseñada, es una manera de aprender. Claro, podemos prevenir la caída de quienes aprenden a caminar, con rejas en las escaleras o recogiendo las pelotas del suelo; podemos evitar que el golpe duela mediante coderas, rodilleras y casco, e indudablemente servirán de mucho. Pero tarde o temprano, se caerán y les dolerá. Y a nosotros.

Respetar las decisiones de otros no impide sus caídas ni sus dolores. Sí nos permite reconocerles en su derecho a aprender, acertar y equivocarse. Y si se equivocan y vienen adoloridos, desde el amor les podemos confortar, recordándoles que pese a la separación, la quiebra o el despido, siguen completos, consigo mismos.

@edoxvargas