Mi amigo Julio Romero
Lo conocí hace 45 años en los pasillos del Capitolio Nacional, cuando, siendo yo senador de la República, me obsequió un ejemplar de El Informador Andino, un periódico de circulación mensual,delcual él era asesor económico, editado por primera vez en Santiago de Chile por los publicistas colombianos Gabriel Jiménez Rey y Álvaro Romero Galindo, en 1969, el año en que fue aprobado el Acuerdo de Cartagena o Pacto Andino, y en cuya bandera editorial figuraba, como asesor comercial también su hermano Salvador, y como directores honorarios, los dirigentes colombianos Carlos Lleras Restrepo, Alberto Lleras Camargo, Misael Pastrana Borrero y Octavio Arizmendi Posada, quienes, además, escribieron en sus páginas ensayos sobre temas relacionados con la integración latinoamericana, de la cual el Pacto Andino era uno de sus capítulos.
Julio Romero Galindo, como economista, fue uno de los más entusiastas promotores de la ideas de integración latinoamericana, y él mismo las practicó con el mercado peruano, del cual importó productos para abastecer algunas empresas que fundó en aquellos tiempos y en la cual participó como socio su hermano Jaime.
Posteriormente fundó la empresa Julio Romero Exotic Fish, de la cual estuvo al frente hasta el último de sus días. Empresa que no solamente le dio satisfacciones económicas sino espirituales. Hacer conocer en los pases nórdicos, en los Países Bajos, en Alemania, en Rusia, en Japón y China, y en Estados Unidos y en Canadá, los peces de colores de nuestra Amazonia y de nuestra Orinoquia, de los Llanos Orientales, del Magdalena y del Chocó y de nuestro Mar Caribe. Era una manera de proyectar la imagen amable de su país, a través de una de las más bellas expresiones vivas de su biodiversidad. Y, muchos de aquellos empresarios de allende el mar que adquirían los peces de colores, fueron sus invitados, cada año, para que conocieran las regiones hermosas de su Colombia maravillosa, de donde aquellas especies provenían, y los pescadores que hacían posible la existencia de su empresa exportadora, tratados por él con sentido humanitario ejemplar. Y, a su vez, no dejó de concurrir a las exhibiciones mundiales de peces exóticos, entre los cuales los de nuestro país eran siempre admirados, asombrosamente.
Fáltame decir que mi amigo Julio Romero Galindo fue un gran ciudadano, un empresario probo, de esos que hacen patria todos los días, y un esposo, padre, hermano y abuelo amoroso; quien, además, hizo de la amistad el más noble oficio de su corazón. Yo gocé de sus consejos sabios y de sus lecciones la gratitud por los éxitos que obtuvo a través de su existencia.
Demostró, como lo dijera nuestro amigo Rito Antonio Galvis, ser un sereno y valeroso luchador contra la muerte. Yo lo sentí cuando me despedí de él por última vez. Paz, mucha paz en su tumba.