Sobre la reforma tributaria
Alarma que el Gobierno piense acompañar la reforma tributaria con mensaje de urgencia. Eso significaría obturar espacios para la deliberación amplia y juiciosa sobre los artículos del proyecto de ley.
¿Acaso se trata de una reforma sin importancia? ¿Será una reforma con equidad o, contrariamente, una consagración de privilegios para “los de arriba“ y un mayor sacrificio tributario para la gente de la clase media, sobre la cual se descargaría el mayor peso de los tributos?
¿Esa sola duda, no merece, acaso, ser despejada en el cuerpo colegiado de nuestra democracia representativa, mediante un debate profundo y no bajo el apremio del Ministro de Hacienda que tal vez no quiere que los congresistas (y el país) se den cuenta de las falencias de la reforma y de su intencionalidad, protectora de los intereses de los más pudientes?
Que el Ministro nos enseñe, objetivamente, en qué consiste la llamada “equidad diferencial“, y si, dentro de esa concepción, los grandes empresarios son los que pagarán más o, contrariamente, son los que pagarán menos, en relación con lo que hoy tributan; y que nos diga, también, “cómo van en el paseo“ -para usar una expresión coloquial-, los intermediarios financieros, esto es, si los bancos obtendrán mayor o menor beneficio tributario del que gozan en la actualidad.
En otras palabras, que el Ministro convenza al país, en los debates que deben surtirse en las cámaras legislativas, de que lejos de reflejar el espíritu neoliberal que se ha adueñado de la elite gubernamental, la reforma tiene, en cambio, un gran sentido social, en relación con las personas.
El exministro Carlos Martínez Simahan, en su columna (El Nuevo Siglo 06/10/2012) resumió la impresión popular sobre la nueva Reforma, así “Rebaja los impuestos a las empresas y sube impuestos a las personas. Golpea mucho a la clase media y opta por impuestos de fácil recaudo antes que por normas equitativas“.
Desde mi esquina liberal, me pregunto: ¿será que mi partido tragará entero una Reforma, sin una discusión previa y amplia en el Parlamento, cuya más importante función, desde su existencia, ha sido, precisamente, la de representar a los gobernados en la adopción de los tributos y no dejar que éstos solo obedezcan a los deseos del príncipe?
¡Ah¡ Pero el Gobierno mostrará, cubierto el rostro con una máscara, que la equidad consiste en gravar las mesadas pensionales, pero las cuales, sin embargo, no pueden reducirse por “ningún motivo”, según mandato constitucional (Art. 48); prohibición que se extiende a la de no poder afectar su valor, con impuestos.
Con todo, no creemos que esa estrategia populista pueda evitar que congresistas respetables -que los hay en las cámaras legislativas -, exijan que haya un debate amplio sobre la reforma tributaria anunciada, en nombre de la dignidad institucional del Congreso de Colombia y para reivindicar su prestigio, venido a menos, por el exceso de incondicionalismo, y por otros hechos non sanctos…