TOMANDO NOTA
La propuesta Clinton
El presidente Santosplanteó la conexidaddel narcotráfico con el delito político en orden,exclusivamente, a darle viabilidad a la representación política de la guerrilla, de llegarse a pactar la paz. Como lo aclaró el ministro de Justicia, Yesid Reyes, se trata de considerar esa actividadpara esos solos efectos, como medio a que apelaron los guerrilleros para financiar la guerra, delito que, por tanto, debería entrar en la clasificación de los conexos con el de rebelión, atribuible a las Farc.
El expresidente Clinton, al opinarsobre ese punto espinoso -dentro del respaldo que le mereció la iniciativa-, dijo, sin embargo, algo digno de resaltar y de tener en cuenta, en el sentido de que esa decisión debe previamente adoptarla el pueblo colombiano, para saber si éste la apoya, seguramente porque está enterado de que en nuestro esquema constitucional existen dos mecanismos para auscultar la voluntad popular, para dichos efectos: la consulta nacional popular y el referendo, con reglamentos autónomos cada uno de ellos.
En un escrito que hace más de un año hice conocer del expresidente Samper, abanderado sincero de la paz y de la humanización de la guerra -como este columnista-, hice el planteamiento de que el artículo 104 de la Constitución que contempla la consulta nacional popular para someter asuntos trascendentales a su aprobación, era el aplicable para conocer, precisamente, la voluntad política de los colombianos en relación con puntos relevantes de las negociaciones.
Supe que el expresidente Samper le envió el mencionado documento al presidente de la delegación colombiana, doctor De la Calle, pero nunca me enteré si fue llevado a la mesa de negociaciones de La Habana para su estudio. Al parecer se prefirió someter a referendo los acuerdos que se pactaren de La Habana, sin que importara para nada la consulta previa.
Hoy por hoy, sin embargo, la propuesta del referendo mantiene dividida la opinión nacional. División que se ahonda cada vez que ocurren hechos prohibidos de guerra dentro del esquema antiético que ha venido rigiendo las negociaciones de La Habana. El cual se hizo consistir en que “todo se valdría en nuestro conflicto”, incluso hechos que están prohibidos por el Derecho Internacional Humanitario, entre estos: falsos positivos, reclutamiento de menores, voladura de oleoductos, puentes y torres de energía, ataques contra la población civil, secuestros a granel de policías y miembros del Ejército, asesinatos fuera de combate, amén de otros hechos repugnantes que lejos de aprestigiar el proceso de paz le han quitado significación de propuesta viable o sostenible.
Si sabemos, entonces, cuales son los “cuellos de botella” de la paz, ¿por qué no los superamos por la vía democrática que propone el expresidente Clinton?
¡Hay que poner los pies en la tierra!