Un debate que hace falta
No hay peor ceguera de la que padece quien no quiere ver, según la sabiduría popular. Y de ese mal acaso sufre el jefe de la delegación colombiana en las negociaciones de paz de La Habana, doctor Humberto de La Calle, pues se le ha dado por decir que la polarización política -con ocasión del debate reciente en el Senado-, ha puesto en peligro el referendo para aprobar los acuerdos que se lleguen a pactar en Cuba.
No, doctor De la Calle. Con todo respeto se lo decimos, no es por esa razón que estaría en peligro la aprobación del referendo sino porque el proceso de paz se ha desprestigiado por los hechos atroces que se han cometido -y siguen cometiéndose- en los escenarios de nuestra guerra interna, al tiempo que usted y sus compañeros de delegación negocian las cláusulas de la paz con las Farc.
Eso sí parece inadmisible al pueblo colombiano y porque ese es el sentimiento dominante, el referendo, ciertamente, no sería favorable. Pero ese resultado siempre ha sido previsible, porque el proceso de paz no se inició bajo el amparo de las reglas del Derecho Internacional Humanitario, sino con prescindencia de ellas. Y dentro de ese marco, por ejemplo, acaba de ocurrir el asesinato de 7 policías por fuera de combate, hecho atribuido a las Farc, en alianza con un grupo de narcotraficantes armados, en la región del San Jorge del Departamento de Córdoba.
Vea usted, doctor De la Calle, -si es que ha podido recuperarse de su ceguera-: mientras el debate político en el Senado sólo dividió la opinión, el repudio por el asesinato de los policías fue total, luego los hechos atroces que se cometan mientras se negocia la paz, no pueden contribuir al buen suceso del referendo, ni dar por cierta su desafortunada frase -pronunciada hace algunos meses por usted -de que “lo importante no es humanizar la guerra sino ganarla”.
Puede resultar, en verdad, una inmensa frustración que el proceso de paz quede sepultado en las urnas del referendo. Las angustias del doctor De la Calle, en ese sentido, son explicables, pero el fracaso estaría cantado desde un principio por haberse omitido aplicar las normas del DIH que son imperativas, obligatorias y vinculantes, en términos jurídicos, políticos y éticos.
La propaganda mediática de “Soy capaz”, no nos puede conducir a que los colombianos seamos capaces de seguir tolerando la deshumanización de nuestro conflicto, cuando a través de acuerdos apropiados puede evitarse que haya más víctimas y no esperar a repararlas después de muertas. Aunque nos quedemos solos, nos decía el expresidente Samper, hay que exigir un pacto mínimo humanitario para salvar vidas inocentes y, de contera, el propio proceso de paz…
Nuestro Congreso está en mora de hacer un debate para saber por qué el DIH no ha temido aplicación en nuestro proceso de paz.