¿Por qué sigue la guerra sucia?
“Gobierno y Farc deberían hacer pacto de respeto al DIH”
En la edición de un mismo día de El Tiempo (14/07/2014), dos columnistas de ese periódico, Gabriel Silva Lujan y Natalia Springer, escribieron sendos artículos denunciando las atrocidades que tanto las Farc como el Eln han cometido en los últimos quince días, dentro del proceso de negociaciones, por el primero de ellos y como preámbulo del que se ha venido anunciando, por el otro.
“El derrame indolente , por las Farc, de 5.000 galones de crudo en una zona habitada que destruyó fuentes de agua -dijo Silva Luján- que son decisivas para el medioambiente de la región, es una monstruosidad que nos pone a todos a dudar sobre la capacidad de las Farc de actores sensatos en una sociedad reconciliada”“ y, con angustia agregó, a renglón seguido: “Que no se decrete el cese al fuego no da licencia para cometer delitos atroces”, delitos que ya había calificado como “actos totalmente prohibidos por el Derecho Internacional Humanitario”.
Por su parte, Natalia Springer en su artículo que tituló ¿Cómo acabar con el proceso de paz? y que ella misma respondió señalando que una manera de acabarlo era “premiando el crimen” hizo una serie de disquisiciones sobre el derecho de las víctimas y la responsabilidad de los victimarios.
Y por los lados de La Habana se promete que no habrá más víctimas cuando se acabe la guerra (así hablaría Perogrullo), con lo cual, tácitamente, han dado a entender que, en el entretanto, -durante las negociaciones- se podrán seguir cometiendo crímenes atroces sin que pase nada.
Cabe preguntar, sin embargo, si no se ha cometido el grave error de no haber colocado como premisa del proceso de paz el respeto al DIH, y que se haya admitido, en cambio, que la guerra sucia continúe sin que nuestro Estado y la guerrilla, obligados a no cometer actos prohibidos contra los combatientes y la población civil ajena al conflicto, no hayan propuesto condicionar la continuación de las negociaciones de los puntos de la Agenda de paz mientras no acuerden un pacto mínimo de respeto al DIH , cuya conveniencia es tan evidente que, de no hacerlo, los hechos atroces de guerra que se han venido tolerando pueden acabar con el proceso de paz, como lo intuye Natalia Springer en su comentario de El Tiempo .
La exigencia de respeto al DIH fue unos de los más lúcidos planteamientos del ex presidente López y, por estos tiempos, del ex presidente Samper, con la compañía de quienes, desde las columnas de opinión- como en nuestro caso-, hemos llamado la atención sobre la necesidad imperiosa de humanizar nuestro conflicto, mientras se pacta la paz.
¿Por qué se permite la guerra sucia y no se pacta, en cambio, el respeto al DIH? ¿ Podemos esperar una respuesta del doctor De la Calle?