Diego Arango* | El Nuevo Siglo
Jueves, 11 de Diciembre de 2014

UNA VIRTUD

La libertad


Nada  más preciado en la vida que la libertad. Sentirse con la autonomía de poderse mover donde y cuando quiera. La esclavitud o pérdida de la libertad golpea el alma. Muchas veces el ser humano pierde su libertad por diferentes cosas. La primera por algún accidente de la vida que lo lleva a la invalidez, a estar postrado en una cama o silla de ruedas, a depender de los demás. Pero lo que no tiene explicación, salvo la gracia de Dios, son aquellos que nacen con un defecto físico y desde el primer día de sus vidas están sin libertad de movilidad física.

Hay otra pérdida de la libertad y es cuando se comete un delito y la persona va a parar a prisión, unos por poco tiempo y otros por muchísimo. Su vida se consume en una cárcel. Los reformatorios para menores y los manicomios también hacen parte de estos lugares donde se pierde la libertad obligatoriamente. Y los hospitales en los que obligadamente se pasa un tiempo de la vida por diferentes aspectos. Hay una pérdida de la libertad imperdonable y es el secuestro, cuando alguien es retenido en contra de su voluntad por dinero o por motivos políticos. Y finalmente quienes se internan en los vicios  como el juego, el alcohol, las drogas, el sexo y tantas cosas que esclavizan al ser humano. Esta es la mayor esclavitud que destruye el ser.

La pérdida de la libertad cualquiera que sea el motivo es lo peor que le puede pasar a persona alguna, pero nadie está exento de ello. De nuestros actos depende el tener la libertad que nos merecemos o la pérdida de la misma. La reflexión es esta: siempre pensar todo lo que hacemos y decimos, así eludimos el riesgo de perderla algún día. No obrar por impulsos, evitar discusiones y peleas, no conducir con tragos, ser correctos y honestos en los negocios, no mentir, no engañar, no consumir licor en exceso y jamás sustancias sicoactivas. Como conclusión, la pérdida de la libertad está en nosotros mismos, en nuestros actos, pensamientos y palabras. Dios nos hizo libres a todos, nos dio el don más precioso que es el libre albedrío: poder hacer lo que queramos, pero si no lo sabemos manejar y nos desbordamos, perdemos la libertad de una manera u otra. Así pues que conservemos ese don y pidámosle al Señor sabiduría para para saberlo entender.

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*Presidente Canal Teleamiga Internacional