DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Agosto de 2014

Primeros auxilios

 

Colombia  parece hoy una torre de Babel, donde se confunden las lenguas y toda expresión parece ajena a la lógica. Quienes tienen a cargo la obra, “amparados en la sed de paz de los colombianos”, creen  que la polarización, las divisiones y la descalificación mutua los mantendrán entretenidos. Los despistarán mientras se avanza en la construcción, con materiales  inestables. Combinando todas las formas de lucha, arrollarán lo que se oponga. No tendrán escapatoria. Pero lo que es imposible para el hombre no lo es para Dios. Y ya en muchas ocasiones hemos visto cómo Dios escribe derecho en renglones torcidos.

Nuestro país podría visualizarse hoy como un gran “Hospital de Campaña”. Esta imagen, que utiliza el Papa Francisco para describir el significado de la Misericordia, nos ayuda a comprender que todos estamos heridos. Víctimas, victimarios y sociedad en general estamos cansados, agobiados, hastiados de la polarización y la violencia. Queremos ser abrazados, comprendidos, suturados de emergencia, para detener las hemorragias. Necesitamos los primeros auxilios espirituales para  sobrevivir como nación, antes de someternos a una cirugía de corazón abierto y sin anestesia.

¿Existen sitios donde quepamos todos? Sí y estamos construyendo uno. Inicialmente será virtual: un “Hospital de campaña para víctimas y victimarios”. Un hospital para enfermos del alma. Allí podrán acudir los necesitados de desahogo, de compañía y de oración de intercesión, quienes quieran reconocerse en la dignidad de otros y necesiten un regazo donde sentirse seguros y recuperar fuerzas. Un sitio de comunión espiritual con una sola lengua, la del amor. Un sitio “para consolar a Jesús en los que sufren”,  en un país como Colombia, donde todos necesitamos ser consolados.

Será una página web de desahogo, catarsis y encuentro. Sustentada en oración por comunidades católicas del mundo entero, que vinieron este fin de semana al III Congreso Apostólico Mundial de la Misericordia y que serán parte del cuerpo médico para acoger a los que ya no quieren seguir combatiendo, ni física ni espiritualmente y están dispuestos a salir de sí mismos para auxiliar al otro.

Es tan grande el caudal de sufrimiento acumulado de quienes han padecido directamente la violencia (secuestros, masacres, minas antipersona, agresión sexual, extorsión, desapariciones, etc.);  es tan hondo el vacío, la búsqueda y sinrazón de sus autores, heridos en su propia deshumanización,  y es tanto el agobio de todos los colombianos, saturados y tristes, que unos y otros peregrinamos buscando un lugar seguro donde descansar nuestro desconsuelo y reconstruir la esperanza.

Acumulamos un inmenso capital de dolor inútil, que sólo adquiere sentido si lo donamos por amor, si lo unimos a los pies de Cristo, como semilla de resurrección.

Si dejamos nuestras pesadas cargas, nuestros duelos, si los sublimamos en la oración, ese mismo dolor transformado nos permitirá reconstruir juntos, volver  a comunicarnos, a reconocernos  y a apoyarnos unos en otros.

En la Fundación Víctimas Visibles empezamos a trabajar con víctimas en el 2001. Viajamos a la periferia del dolor. Empezamos por darles visibilidad, permitiéndoles hacer catarsis pública de ese dolor. Después creímos que era necesario incidir en políticas públicas y propusimos hacer una ley que reconociera sus derechos. En seguida les dimos atención sicológica. Finalmente, aprendimos  de ellas mismas que su sanación se encuentra en el campo sicoespiritual.