López: la pelea es pensando
La celebración del centenario del nacimiento de Alfonso López Michelsen es ocasión propicia para analizar la historia del siglo que lo tuvo como uno de los personajes centrales más activos y eminentes. Algo así como un curso masivo de historia viva, con la ventaja de contar todavía con la presencia de protagonistas de episodios que marcaron el rumbo del país, desde principios del siglo veinte hasta estos comienzos del veintiuno.
Es la oportunidad para analizar las personalidades con la perspectiva que da la distancia, y de buscar en nuestro pasado reciente la clave de un futuro incierto. Es hora, también, de rectificar el tratamiento dado a estos estudios, que dejan a nuestros jóvenes sin comprender que, a la velocidad que marcha el mundo, no es necesario esperar a las próximas generaciones para sentir las consecuencias de lo que se hace hoy. El impacto los alcanzará en sus propias vidas. Dicen que quienes desconocen la historia están condenados a repetirla, unas veces como comedia y otras como tragedia. Cierto. Lo nuevo es que la repetición viene cada vez más rápido.
El repaso de López y su obra nos serviría para demostrar que las ideas siguen influyendo definitivamente en la política. Por ejemplo, la tesis sobre la estirpe calvinista de nuestras instituciones, expuesta por un inerme profesor de derecho constitucional, es más determinante de la marcha del Estado que las asonadas con que los supuestos revolucionarios aspiran a transformar el país.
Y el análisis de cómo nació, vivió y finalmente se integró al liberalismo el MRL, les recordaría a los nuevos dirigentes que la política no es solo un juego mecánico de burocracia, auxilios, clientelismo, ataques personales, dudosas alianzas y vivezas para sacar provechos momentáneos. Les enseñaría que la violencia es el peor camino para conquistar el poder porque siembra de víctimas el país, si hay algunos ideales de por medio los entierra en la selva y en definitiva no acerca sino que aleja más el triunfo.
La publicación de las obras completas de López facilitará seguir su evolución desde la cátedra hasta la Presidencia, desde su introducción al estudio de la Constitución colombiana hasta la preocupación por los transgénicos, que parecía un tema demasiado adelantado para los tiempos en que López comenzó a insistir en él. Pero el paro agrario de estos días nos obligó a ver su importancia en un país con enormes posibilidades de desarrollo agropecuario, que mantiene al campo en un imperdonable descuido.
Ojalá este centenario, que Alfonso López Michelsen casi alcanza a celebrar en persona, revitalice los estudios históricos y atraiga a la política una generación de jóvenes brillantes, que encuentren en ella un camino de servicio al país. Porque el descrédito que la rodea desterró las mentes más capaces y frustró las vocaciones más claras, en una nación que no puede seguir subdirigida y agobiada por la violencia, enredada en luchas que ya nadie entiende, a la cual hay que recordarle que, como decía López, “la pelea es pensando”.