Consciencia de conexión (II) | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Junio de 2021

Activar nuestra consciencia de conexión es posible en este justo momento, en el lugar en el que estamos.  Basta con darnos cuenta de nuestra respiración.

Inhalar y exhalar conscientemente es el ancla de toda meditación, tanto en Occidente como en Oriente. Ese aire vital que ingresa hasta nuestros pulmones para oxigenar nuestra sangre, y con ella todo nuestro cuerpo, es el mismo Espíritu. De manera que cada vez que respiramos nos estamos nutriendo de la propia energía divina. Cuando dejamos por un rato las entretenciones y nos concentramos en el acto de respirar, podemos recuperar la consciencia de estar conectados con algo más grande. Nosotros no creamos el aire ni podemos hacerlo. Tampoco, por más avanzada que esté la inteligencia artificial, podemos desarrollar un cuerpo humano. Hubo algo previo que realizó el diseño de esta humanidad. Creo profundamente en que somos el reflejo de una plantilla divina, a partir de la cual fuimos creados a imagen y semejanza del Ser Supremo, energía con la cual estamos conectados todo el tiempo.

La palabra hebrea ruach significa espíritu y es un sustantivo femenino. Sentirnos contenidos en el vientre materno fue fundamental para nuestro desarrollo, al igual que las caricias de mamá, papá o quienes nos hayan cuidado de niños. Hoy podemos volver a sentirnos contenidos por la presencia Divina: con cada inhalación y exhalación conscientes podemos no solamente tener una mejor respiración -para que no se quede en la garganta o el pecho, sino que también incluya nuestro abdomen-: también podemos volver a ser conscientes de que estamos conectados con una fuerza mayor, que nos da vida y sostiene. Cuando nos damos cuenta de que esa ruach hebrea, el pneuma griego, entra en nuestro cuerpo, podemos aumentar la confianza en la vida.  ¡Conectamos nuestro propio poder!

A medida que la respiración deja de ser solo un reflejo biológico para convertirse en un acto consciente, podemos comprender que el aire no es solamente una mezcla de casi cuatro quintas partes de nitrógeno, una de oxígeno y cantidades minúsculas de argón, neón, criptón, helio, dióxido de carbono, ozono y vapor de agua. Claro, por efectos de la contaminación, también trae un montón de cosas más. El aire va más allá de todo ello: es el aliento primordial, el soplo de vida que nos permite seguir teniendo esta experiencia encarnada. Es gracias a ese hálito que se oxigena nuestro cerebro, que nuestro cuerpo puede realizar todas sus funciones vitales. Podemos hablar, cantar…Mientras respiremos, tenemos la posibilidad de seguir acumulando experiencias que nos permitan vivir mejor.

Ampliamos nuestra consciencia de conexión al respirar en plena presencia.  No es solo aire, es la misma presencia de Dios que nos llena. 

@edoxvargas