Cuando nuestra fe no es pasiva, sino que es una certeza de sentirnos y sabernos bendecidos todo el tiempo, atestiguamos milagros.
En un mundo binario, que se basa en oposiciones como también en contrarios y complementariedades, pensamos que lo opuesto al miedo es el amor. Sin embargo, el amor no se opone a nada, pues es una fuerza poderosa que está presente en todo lo que existe, que va mucho más allá de emociones o sentimientos: es el origen mismo de la vida y aquello que sustenta toda experiencia. Esa es la magnificencia del amor: no lucha ni se opone, simplemente es.
Si pensamos en complementos, lo que está al otro lado del miedo es la confianza. Gracias al miedo -así como a su fiel compañera, la duda- podemos aprender a confiar, a reconocer que pase lo que pase todo juega a nuestro favor en el eterno camino de la consciencia. El miedo y la duda nos pueden llevar a la parálisis, la zozobra e incluso a acciones desesperadas: se nos nubla la razón, olvidamos nuestro propio poder, perdemos de vista nuestros recursos internos y eventualmente colapsamos. Estas son experiencias que también están cobijadas por el amor; por eso mismo son esperanzadoras, pues no podemos llegar a la confianza plena sin haber pasado por el miedo y la culpa.
¿Quién no ha vivido momentos de crisis por miedo? El miedo es necesario para reaccionar en caso de peligro y proteger nuestra vida. Pero, cuando de recurso puntual pasa a ser una emoción permanente, entramos en una dinámica espiralada que nos conduce al caos. ¿Cómo revertir ese proceso y cambiar el sentido de la espiral? Es allí donde entra la fe viva, que es confianza plena en la existencia, certeza absoluta de estar protegidos. Nunca estamos solos. Tengo la experiencia de ser auxiliado en situaciones de peligro, de ser abrazado por el amor de Dios. Muchos seres humanos hemos tenido esas vivencias y es maravilloso hablar de ellas para hermanarnos en la esperanza. Sí, en un mundo donde -en efecto- hay experiencias de violencia, separación, desdén y abandono, la desesperación está a la orden del día, lo cual se ha recrudecido en estos tiempos de pandemia. Todo ello es el espacio propicio para el miedo, la desconexión. Y también para que nos conectemos con la confianza.
Cuando aparece el miedo, podemos detenernos, respirar hondamente y recordar que hay algo más grande que nosotros. ¿En qué creer? ¿En qué poner nuestra confianza? ¿En qué sustentar nuestra certeza? Te cuento en lo que yo tengo certeza: en la divinidad, que se refleja en ti y en mí. En el Amor, la Luz y la Consciencia, que nos abrazan todo el tiempo.
@edoxvargas