En un juicioso análisis elaborado por los profesores de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, se describen las causas que han debilitado los sistemas democráticos en diferentes países, que ya no necesariamente se derrumban con un golpe militar, como en el caso de Chile, o con revoluciones, sino con el lento y progresivo debilitamiento de las instituciones esenciales; también se debilitan cuando las fuerzas políticas no se aceptan mutuamente como adversarios legítimos. Del mismo modo, se refieren al hecho de no respetar las normas no escritas y a lo que los autores llaman “la tolerancia mutua y la contención”, al prevalecer la desconfianza y la hostilidad entre los partidos, en la época de la naciente democracia norteamericana.
Este lúcido estudio sostiene que la república estadounidense no nació con sólidas normas democráticas y para ilustrar la tesis nos recuerdan que “en los comicios de 1800, en los que el presidente Adams, federalista, se enfrentó a Jefferson, el líder de la oposición republicana, cada bando aspiraba a una victoria permanente que dejara fuera de combate para siempre al partido rival.” Inclusive Hamilton habló de dar un “paso legal y constitucional” para impedir el ascenso a la presidencia de Jefferson, mientras que Jefferson describió aquellas elecciones como la última oportunidad de salvar Estados Unidos de convertirse en una monarquía.”
El Congreso federalista saliente redujo la composición del Tribunal Supremo de seis a cinco miembros para limitar la influencia de Jefferson, y la animosidad entre los partidos siguió. Más adelante los republicanos la ampliaron a siete. Con el surgimiento de una nueva generación de dirigentes políticos “posrevolucionaria”, las tensiones fueron disminuyendo, unido al convencimiento de que en política unas veces se gana y otras veces se pierde y de que los adversarios no tienen por qué ser enemigos.
Los autores sostienen que “la polarización por causa de la esclavitud hizo añicos la todavía frágil norma de tolerancia mutua en Estado Unidos…” y comenzaron a aparecer manifestaciones de violencia en el Congreso. Luego vino la guerra civil que “quebró la democracia en Estados Unidos y un tercio de los estados no participaron en las elecciones de 1864.” Las heridas que dejó la guerra de Secesión y sus seiscientos mil muertos destruyeron la confianza en la creencia de la superioridad de su forma de democracia. La generación sucesora de la guerra de Secesión aprendió a convivir como adversarios legítimos, a medida que las heridas se iban restañando y la tolerancia mutua se fue restableciendo una vez que la igualdad racial desapareció de la agenda política. La tolerancia mutua-concluye este texto- estimuló la contención y la colaboración entre los partidos permitió adoptar la Decimosexta Enmienda, la Decimoséptima y la Decimonovena Enmienda.
También concluye que “los presidentes, los congresistas y los magistrados del Tribunal Supremo de Estados Unidos disfrutan de amplios poderes que, desplegados sin freno, podrían socavar el propio sistema.” El poder presidencial en este gran país es muy fuerte debido a que la Constitución no define con claridad sus límites. Como el espacio no alcanza, en la próxima columna nos ocuparemos del debilitamiento de las democracias en Latinoamérica.