Desde antes de nacer, se podía presentir que ella sería una niña de luz. Su abuelo fue uno de los primeros tejedores de paz en la Colombia del siglo XX, y sus padres la llenaron de amor y herramientas de triunfo, desde el día en que supieron que vendría al mundo. Carlota parece haber sido concebida para conjugar y conjurar en un mismo tiempo y espacio, la belleza de la infancia, la magia de los escenarios y el rigor del talento. Su nombre significa "mujer fuerte y valiente" y sin duda hay que serlo, para lograr a los 10 años de edad, ser una excelente alumna en las aulas, una prodigiosa actriz en las tablas, y una niña más que adorable.
Durante sus años de actuación, Carlota nos ha transportado a Eldewaiss, y como una de las hijas del Capitán Von Trapp, sus notas fueron en la Novicia Rebelde la más dulce defensa de la música y el amor, como antídoto contra el miedo, la soledad y la guerra. Fue Campanita en el país del Nunca Jamás, y entre rabietas y ternuras, acompañó los sueños de Peter Pan, rescató los niños perdidos, y brilló como corresponde a esas hadas luminosas que todos deberíamos identificar y defender.
Ahora es Annie, la huerfanita que sin saberlo cambia la vida de miserables y millonarios, de camareras y presidentes. Alguien que no se resignó ni a la suerte ni a la maldad, y con su gracia irreverente sedujo el corazón de los más huraños y poderosos.
Ver Annie es un regalo para el alma. Impecablemente dirigida y producida, la obra podría estar aquí o en Broadway, y en ambos lugares merece todos los aplausos. En un país donde tantas cosas físicas y mentales se quedan a mitad de camino, reconforta ver obras tan bien pensadas, bien trabajadas y bien logradas, y ése es el caso de Annie. ¡Chapeau!
Creo que siendo -como somos- una sociedad ad portas de una de las mayores transformaciones de nuestra historia, tenemos la obligación de identificar y apoyar a los niños que tengan intereses y habilidades diferentes a repetir fechas vacías, o memorizar la tabla periódica de los llamados "elementos". Niños capaces de pensar y sentir distinto, porque eso es precisamente lo que necesitamos: pensar y sentir en función de un mundo que integre realidad y creatividad; pasado, con ilusión; actitudes y aptitudes, con vocación de innovación, de tolerancia y perspectivas. Ya es hora de entender que el arte cura, redime y reconstruye; abre ventanas y oxigena el espíritu. El arte da libertad, y la libertad solidaria debería ser la materia prima de nuestros sueños.
Una formación incluyente y pluralista nos haría más capaces de salir de nuestra zona de confort; ésa que tantas veces se ha convertido en la zona de disconfort de los demás.
Les propongo una mirada más generadora de luz que de penumbra; un abrazo que de verdad acoja; una sonrisa gratis. Y cada vez que se abra un telón, estar dispuestos a reconocer y agradecer cada criatura "fuerte y valiente" que quiera curar el mundo con la luz de su ternura.
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