CARLOS MARTÍNEZ SIMAHAN | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Septiembre de 2013

¡Incertidumbre!

 

El horizonte de la democracia colombiana se ha nublado y la intensidad de la tormenta amenaza con arrasar instituciones, liderazgos, elecciones y reelecciones. En todas las esferas impera la incertidumbre. Los paros y bloqueos continúan; hay ciudades sitiadas, como Florencia, y la violencia contra la ciudadanía aumenta, como en el Huila. Se conjuran algunos problemas con aplazamiento de medidas por tres meses, es decir, se incuba para esas fechas un enfrentamiento mayor. La mesa nacional de diálogo que se convoca, sin agenda y sin liderazgo, puede constituirse en puerta abierta para el desgobierno colectivo. Si bien la Corte Constitucional declaró exequible el Marco Jurídico para la Paz, fue una decisión, en buena hora, condicionada a la “terminación del conflicto armado respecto del grupo desmovilizado colectivamente, a la entrega de armas y la no comisión de nuevos delitos en los casos de desmovilización individual”. Exigencias éstas que los voceros de la Farc no han considerado cumplir. Es más, ahora pretenden presionar al Congreso para que suprima esos inamovibles en la reglamentación de la norma. Y, cuando el país se pregunta, como en la película, ¿Dónde está el policía?, los congresistas suspiran por aparecer en foto con los subalternos de Timochenko.

También estimula la incertidumbre el Gobierno Santos con la pretensión de un referendo sobre un Acuerdo de Paz que aún no existe. Y los congresistas, que a la carrera aceptan desmontar la norma admirable que prohíbe que los referendos coincidan con otras elecciones. Ella fue plasmada por los Constituyentes del 91 en salvaguarda del bien supremo de la democracia: la independencia y la libertad del elector. El Acuerdo de Paz, que el presidente Santos busca con ahínco y la Nación desea, debe tener en sí mismo la autoridad de convocar, para su aceptación, a todas las tendencias de la sociedad colombiana. Mezclarlo con  elecciones en donde surgen todos los enfrentamientos y todos los vicios, es restarle majestad y grandeza. Lo que debiera ser una oportunidad histórica, la están convirtiendo en un truco perverso.

La paz que se logre debe ser cuidada con el mismo esmero con que se preserva una obra de arte. Al fin y al cabo la política es el arte de conducir a los pueblos a la felicidad. Las últimas encuestas debieran volver a los apresurados actores a la realidad de nuestra incertidumbre. Debieran prever que el referendo va a estremecer el escenario político colombiano. Y, que en lugar de impulsar la reelección, puede ser la mecha que encienda el fuego veraniego que destruya nuestras oportunidades de crecimiento y nuestras libertades. ¿Son conscientes de que están promoviendo la paz de Santos y no la paz nacional, como les corresponde?

Ciertamente, no contemplamos hoy la hermosa policromía de la primavera. Por el contario, el ciclón se recrudece. Y frente al ominoso oleaje, el nervioso capitán trata de cambiar la tripulación, la que inhábil, huye de la tempestad que los sorprendió en pleno brindis por un futuro que no supieron construir.