Programa para Colombia
¿Qué sigue ahora?
Esta es la pregunta que se formulan millones de colombianos después de los nuevos anuncios que hicieron el Gobierno y las Farc, acompañados por una nutrida presencia internacional.
La respuesta parece obvia.
Muy seguramente se concentrarán, con el propósito de concluir la negociación de los puntos que aún están pendientes, y de definir detalles de varios de los que ya se acordaron.
Vaya uno a saber cuál será la suerte de las llamadas “salvedades”, que contemplan asuntos fundamentales para la nación.
Resulta necesario recordar que son 28.
En el punto de desarrollo rural integral quedaron 14, diez corresponden a lo relacionado con la participación política, y cuatro tienen que ver con el tema de las drogas ilícitas.
Es bueno irse preparando para el golpe, si es que todos esos puntos se negocian antes de firmar el acuerdo definitivo.
Lo cierto es que son de tal profundidad, que las coincidencias entre Santos y Timochenko sobre ellas implicarían profundas reformas, nacidas de una mesa que ha adquirido facultades constituyentes.
A manera de ejemplo, recordemos algunas:
Latifundio y delimitación de la propiedad, extracción minero-energética y conflictos de uso de la tierra, regulación de la explotación del territorio para la generación de agro-combustibles, revisión y renegociación de los tratados de libre comercio, ajustes al ordenamiento territorial, y revisión y reforma de los mecanismos de participación ciudadana.
Estos son unos pocos de los asuntos que están en el congelador, cubiertos bajo la sombrilla de las mencionadas “salvedades”.
Alguna vez se imaginaron ustedes que los aspectos citados ¿podrían ser negociados, en pie de igualdad, por un Gobierno y una organización terrorista?
Pues si esa ocurrencia no apareció en sus sueños es mejor que despierte porque la dicha posibilidad existe.
Y tampoco se extrañe del posible resultado de esa negociación.
Es suficiente repasar las concesiones que el Gobierno le ha hecho a las Farc, hasta el momento para imaginarse lo que saldría del horno.
Tenga en cuenta, querido lector, que esa organización dijo, desde un principio, que la justicia se basaría en la verdad, y que el Gobierno aceptó la Comisión de la Verdad primero que todo.
No olvide que Timochenko y sus muchachos sentenciaron que no se les aplicarían las mismas leyes que se le habían aplicado a otras organizaciones, y Santos aceptó darle vida a la jurisdicción especial para la paz.
Como si fuera poco, haga memoria del momento en el cual los negociadores de las Farc advirtieron que no pagarían ni un solo día de cárcel, y lea de nuevo el acuerdo que determina que quienes acepten oportunamente la responsabilidad de haber cometido los más graves delitos serán sancionados con restricción de la libertad en condiciones especiales.
Que todo esto esté en su mente a fin de que imagine lo que aún falta por suceder.
Infortunadamente, el Gobierno está haciendo el oficio de sastre de las Farc.
Y cuando termina de confeccionar cada traje, tiene la ingenuidad o el cinismo de proclamar victorias aduciendo que ese grupo ha aceptado la institucionalidad colombiana.
¡No hay tal!
Lo que está sucediendo es que la diseñan a su medida.
De cara a esta realidad que siembra el suelo de la nación con incertidumbres, ¿qué puede hacerse?
Por lo pronto, insistir en un mecanismo de refrendación idóneo, que no es el plebiscito.
Adicionalmente, y teniendo en mente los procesos que tendrán lugar en 2018, avanzar en la elaboración del Programa para Colombia.
Es decir, edificar el verdadero futuro del país, porque hay que evitar a toda costa que el porvenir de la nación se convierta en rehén de lo que se firme en La Habana.