CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 30 de Septiembre de 2013

Sin el ruido de la guerra

 

Una buena interpretación del cruce de posturas respecto al proceso de La Habana hizo recientemente Marisol Gómez en El Tiempo al escribir “es que las partes se están haciendo notificaciones sobre lo que están dispuestas o no a ceder en los puntos difíciles del proceso de paz. Sobre todo, frente al ritmo…Y si en el próximo encuentro todo se mantiene como está hoy, el pronóstico para el proceso de paz es malo. Obviamente, lo que está ocurriendo tiene mucho que ver con la campaña electoral, que ha acrecentado la desconfianza en la mesa de diálogos…” En particular la de las Farc sobre el presidente Santos…”.

Sia lo anterior le sumamos que el debate electoral ya arrancó con altas dosis de crispación y polarización, no por las propuestas sino por los insultos y agravios, bien se puede afirmar que la salud de la mesa en La Habana es de “pronóstico reservado”. De seguir las cosas como van los colombianos se verán ante la disyuntiva de escoger entre los candidatos (as) que irradien “voluntarismos de paz” y los que, por el contrario, incentiven “voluntarismos de guerra”. Y quienes hemos vivido y estudiado el conflicto con las guerrillas bien sabemos que ninguno de esos voluntarismos conduciría a una paz bien lograda.

Asílas cosas, lo que más le conviene al bien común de la paz, es que Gobierno y guerrillas acuerden suspender las negociaciones a partir de las fiestas navideñas hasta que finalicen los debates electorales.

Es más, como el acuerdo busca un bien común por excelencia, conviene a todos. Al presidente Santos para desmentir las críticas en el sentido de que estaría utilizando los diálogos de La Habana, como trampolín para la re-elección y, si decide ir por esta, hacer los ajustes que considere pertinentes en su estrategia para alcanzar la paz presentándolos al país sin la presión de los diálogos andando. También le convendría al llamado uribismo para que, con los diálogos congelados, respondan ante el electorado el interrogante de ¿qué harían con las negociaciones? Y los candidatos (as) que no son ni santistas ni uribistas, también podrían plantear sus posturas y propuestas en un ambiente político más propenso a escucharlos. 

Aún más, si se acordara la suspensión, las Farc se quedarían sin argumentos para protestar por la presión de los tiempos electorales y tendrían una buena oportunidad de demostrar su voluntad de paz, por ejemplo, declarando una tregua unilateral durante el primer semestre de 2014.

En fin, lo más importante es que sería conveniente para el país pues durante el debate electoral los colombianos tendrían la oportunidad de escuchar a los candidatos (as) en un clima en el que, sin el ruido de la guerra, se escucharían mejor las propuestas para darles el voto a las opciones más creíbles y, en últimas, relegitimar o no el proceso de negociación.