CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 6 de Mayo de 2013

Continuar, romper o congelar, he ahí el reto

 

Cuando durante sus primeros meses de gobierno el presidente Santos restituyó aquellos ministerios que la anterior administración había fusionado con otros y cuando, además, restableció consejerías presidenciales que habían desaparecido como la de Seguridad, muy pocos interpretaron el asunto como “crecimiento burocrático para devolver favores”.

Más bien se tendió a ver en esas decisiones el propósito de re-institucionalizar el Estado, interpretación que tenía de donde colegirse: por el perfil de Santos -una especie de alto funcionario público de carrera- y  por la desinstitucionalización que había sufrido el Estado durante 8 años, como efecto colateral del “caudillismo” de Uribe. ¡Se hizo necesario recuperar la institucionalidad, ¡tarea propia de un estadista! Dijeron algunos.

Pero quienes así pensaron se equivocaron pues el paso del tiempo ha permitido observar que en el carácter de Santos se reflejan aquellas características que no son precisamente las del estadista: 1) Pragmatismo ecléctico que pretende quedar bien con todo el mundo, 2) decisiones que denotan más preocupación por la imagen que por la búsqueda de los grandes bienes comunes, 3) visión concentrada en todo menos en el largo plazo.

Ahora bien, acaba de finalizar la octava ronda de conversaciones en La Habana y después de 6 meses de diálogos, vemos que no se ha podido finiquitar el primer punto de la agenda de cinco puntos, a lo que hay que sumar que no hay indicios para prever que ese punto quedará acordado antes de finalizar la primera legislatura de 2013.  Por esto, mientras que el delegado del Gobierno, De la Calle, declaró que “el ritmo de las conversaciones con las Farc es insuficiente”, Márquez, representante de la guerrilla, sostuvo que “están satisfechos con los logros”.  En cortas palabras un altavoz nos está diciendo: “creer que el acuerdo para la terminación del conflicto se va a firmar en el 2013 es pensar con el deseo”.

Y entonces surge el reto para que nuestro Presidente desmienta a quienes pensamos que no tiene talante de estadista. Sus principales opciones son: 1) continuar con los diálogos esperando que el ritmo se acelere y así tener al menos dos puntos acordados como trampolín para la re-elección. 2) De aquí a diciembre buscar el pretexto conveniente para romper las negociaciones y re-lanzar el Plan Espada de Honor buscando así conformar un escenario también favorable a la re-elección. 3) Acordar desde ya que, independientemente del punto en que se encuentre la mesa de La Habana, las negociaciones queden congeladas desde el próximo 1º de noviembre hasta que termine el debate electoral. De esta manera se cerraría el margen de maniobra de las Farc para incidir en la próxima elección o re-elección de Presidente y habría un mejor ambiente para que el “país nacional” escuche a los distintos candidatos y elija el mejor 

¿Cuál de las anteriores facilitaría más convertir la paz en política de Estado? ¿Con cuál se estaría pensando más en la próxima generación que en la próxima elección?