¿En qué invertimos?
Douglas North afirmó en uno de sus textos que la mejor forma para comprender la línea política de pensamiento de un gobernante es revisar en qué focaliza sus inversiones y cómo moviliza los subsidios; es decir, “dime en qué inviertes y te diré quién eres”. Bogotá se ha convertido en un gran ejemplo de esto, donde en los últimos años la destinación de recursos distritales y de subsidios indirectos para favorecer a la población de menos ingresos, ha causado que la inversión en infraestructura y el mantenimiento de la existente sea más que limitada.
Sin duda, la inversión en gasto social y subsidios para reducir la pobreza es más favorecida por los pensamientos liberales y de izquierda, y ha demostrado ser eficiente hasta cierto punto; porque este tipo de medidas sólo son sostenibles si son para financiar derechos adquiridos, pero como sabiamente afirmaba la guatemalteca Gloria Álvarez en el Parlamento Iberoamericano de la Juventud, “para financiar un derecho, debemos hacer un renuncia previa del derecho de propiedad de otro”, y son estas renuncias las que deben ser escogidas con mucho cuidado. Por alguna razón -sin ninguna explicación racional- el gasto distrital ha privilegiado la expansión del gasto social más allá de sus niveles óptimos, que son aquellos donde no se motiva a la personas a buscar continuar siendo subsidiadas pese a que sus condiciones hayan mejorado, en detrimento del gasto necesario para mayor infraestructura o por lo menos un gasto de mantenimiento del patrimonio presente; un buen ejemplo es la malla vial,
No entiendo por qué los alcaldes de Bogotá no mantienen las calles de las zonas más “ricas”, que son las que más impuestos aportan y las que más opinión generan, causando una sensación de retorno de inversión negativa en estas poblaciones de mayor capacidad de aporte, reduciendo el flujo de recursos para las mismas políticas sociales; quizá sea porque esta población no es mayor del 6% del total, y es políticamente más rentable invertir en un gasto que copta poblaciones para asegurar una masa votante que mantenga el poder, y después simplemente imponen tributos a los “ricos” para financiar este proceso. Curiosamente algo parecido ha pasado en Francia, y los efectos ya son conocidos por todos.
Si los últimos 4 alcaldes de Bogotá hubiesen pensado un poco diferente, y mantuvieran la malla vial de los predios de ingresos altos en la mejor condición posible, tendrían un apoyo mucho más grande e incluso una mayor disposición a aportar más impuestos como ocurrió en la primera alcaldía de Mockus y sin duda la ciudad estaría mucho mejor.
Colombianada. El problema es que vemos un lucha entre ricos y pobres, y no comprendemos que buscamos ir de atrás hacia adelante.
*Presidente de Raddar