El mayor acto de salvajada de un país es el ataque a la fe de los pueblos. Nicaragua con su régimen comunista totalitario, bajo la dictadura del sátrapa Daniel Ortega, arremetió brutalmente contra la Iglesia Católica por medio de esos colectivos civiles y fuerzas armadas, irrumpiendo brutalmente en los templos, arremetiendo contra los sacerdotes y fieles, destruyendo imágenes sagradas y profanando sagrarios.
La razón de ello se debe al descontento de la población por las condiciones en que dicho régimen comunista tiene sometido a ese pueblo: hambre y miseria, sin trabajo y escasez de alimentos así como de servicios públicos, sin salud y menos esperanza. Ello mientras los gobernantes, como la familia Ortega y sus áulicos, gozan del dinero que se roban despedazando a ese país.
Los medios de comunicación no han sido ajenos a esa situación y se manifiestan en contra del régimen, por lo tanto reciben igualmente ataques a sus instalaciones y persecución a sus periodistas, reprimiendo la libertad de prensa y el derecho de la población a estar informada. Los sectores económicos se afectan y la productividad baja. De hecho, Nicaragua es una nación de escasa producción y aún menos de inversión internacional, que no confía en el gobierno, por lo tanto su ingreso per cápita es uno de los más bajos del continente. La migración nicaragüense hacia México y Estados Unidos, como a otros países, es alarmante, solo comparable con Venezuela, naciones con el mayor índice de desplazamiento de su población.
Ante esta alarmante situación, organismos multilaterales como la OEA se pronunciaron severamente contra las actuaciones del gobierno nicaragüense que afectan a las iglesias católicas y cristianas, la prensa, organizaciones no gubernamentales y los opositores, quienes piden a gritos la liberación de miles de presos políticos. También se condenan esos actos de violencia antidemocráticos. Así las cosas, 27 países, de los 34 pertenecientes a dicha organización, votaron a favor la moción de condena, 4 se abstuvieron, uno en contra y dos ausentes. En estos últimos estuvo Colombia, que ya acreditó su nuevo embajador en dicho país.
Esta es una clara demostración de lo que son los gobiernos extremos. Nicaragua lleva más de 60 años siendo víctima de las dictaduras, con solo algunos breves recesos democráticos que terminaron sucumbiendo a los apetitos extremistas. Antes fue la dictadura de extrema derecha de los Somoza, que duró varias décadas. Luego pasó a la dictadura de extrema izquierda de los sandinistas, en un gobierno de facto. Vinieron elecciones donde se reestableció la democracia, volviendo a caer hace 17 años en manos del dictador Ortega, quien se apoderó, con su mujer, de ese país, que ha perdido toda posibilidad de vida y progreso, convirtiéndolo en uno de los más miserables del mundo.
Ejemplo como este y el venezolano, entre otros, son los que muestran que propuestas de este orden terminan con los países. Ojalá nuestra amada Colombia no vaya a ser también víctima de esos perversos sistemas que solo llevan al hambre, miseria y atraso. Solo el tiempo nos lo dirá. Por el momento, confiemos en la fortaleza institucional y democrática de dos siglos de historia.