Andrés Molano Rojas* | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Enero de 2015

 

 “Cuando una estrategia no sirve hay que cambiarla”

COMPLEJA HOJA DE RUTA 

A través del estrecho

Noventa  millas separan Key West de la costa cubana, y casi dos millones de personas de origen cubano habitan en Estados Unidos -sobre todo en Florida, donde el peso económico, cultural y político de esa comunidad es particularmente relevante-. Thomas Jefferson intentó comprar Cuba a los españoles en 1808, y estuvo siempre persuadido de la importancia de incorporarla -junto con Canadá- a la joven federación norteamericana para consolidar así “un imperio de la libertad como no ha existido jamás”. La independencia de Cuba está ligada a la irrupción de EE.UU. en la escena internacional como potencia de orden mundial: tras su victoria en la Guerra Hispano-norteamericana de 1898, los estadounidenses establecieron sobre ella una especie de protectorado en virtud de la odiosa “Enmienda Platt”, que si bien reconocía su emancipación, daba carta blanca al intervencionismo. Más de nacionalismo y menos de socialismo tuvo, en ese sentido, la revolución de 1959, que rápidamente fue arrastrada por la Guerra Fría. Pocas veces en la historia han estado dos pueblos tan próximos más lejos. Desde entonces, a través del estrecho, empezó a abrirse un abismo que todo hacía prever infranqueable en el corto plazo hasta el 17 de diciembre del año pasado.

El encuentro entre las delegaciones encabezadas por Roberta Jacobson y Josefina Vidal en La Habana la semana anterior es sólo el abrebocas de una compleja y sinuosa hoja de ruta que apunta a la normalización de las relaciones bilaterales, y que abarca no sólo la facilitación de la circulación de personas, del envío de remesas y de transacciones financieras, del intercambio comercial y del acceso a las redes de comunicaciones (especialmente Internet) -entre otras medidas, algunas ya puestas en vigor-, sino que comprende también la revisión de las sanciones que pesan sobre Cuba (“el embargo”), su exclusión de la lista de “Estados patrocinadores del terrorismo” (que data de 1982) e incluso, negociar la delimitación marítima pendiente en el Golfo de México.

Nada de esto será fácil. El Gobierno estadounidense requerirá del concurso de un Congreso por ahora hostil. La disidencia cubana está fragmentada, y algunos sectores miran con recelo el “apaciguamiento”. La dictadura castrista insistirá en negar lo que siempre ha sido. Habrá avances, retrocesos, y estancamientos. No se borran cinco décadas de un plumazo y los cruceros -que empezarán muy pronto a recalar de nuevo en La Habana- no doblan las esquinas. Pero cuando una estrategia fracasa hay que cambiarla. El dogmatismo es mal consejero de política exterior, y de nada sirve prolongar innecesariamente el pasado.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales