Alto riesgo | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Noviembre de 2022

Las elecciones del día de hoy en los Estados Unidos no solamente ponen en juego la frágil mayoría del partido demócrata en la Cámara de Representantes y la paridad en el Senado, sino que comportan el riesgo de una alteración sustancial de las condiciones institucionales y políticas con las que el presidente Joe Biden pueda seguir gobernando, así como de las posibilidades de una eventual reelección en cabeza propia o en la de su vicepresidenta Kamala Harris.

La intervención del  carismático expresidente Obama en la campaña, el enfático llamado de Biden a las mujeres para asegurar una mayoría que permita votar en el Congreso una ley que proteja los parámetros  en materia de aborto  establecidos   en  la sentencia Roe vs Wade -puestos en entredicho recientemente por la mayoría conservadora de la Corte Suprema de Justicia-, parecen las últimas cartas de un partido que necesita transmitir mayor entusiasmo a sus bases  para que acudan masivamente a las urnas. Y todo ello en el contexto del ejercicio de un liderazgo no exento de  metidas de pata por parte del presidente Biden; hombre razonable y sin estridencias, que precisamente resulta poco motivante para un electorado sumido por lo demás  en una innegable crisis económica jalonada por una inflación galopante y que enfrenta del otro lado  una  base electoral  enardecida que sigue ciegamente al expresidente Donald Trump, y que busca una revancha instigada por el discurso del supuesto robo de las pasadas elecciones.

La posibilidad de un retroceso para el partido demócrata y de una afectación de la gobernabilidad del presidente Biden en realidad trae consigo peligros mayores: la limitación del derecho al voto de las minorías; la entronización en las estructuras administrativas de los Estados de funcionarios guiados por una devoción ideológica y no por los principios esenciales de imparcialidad, que son fundamentales para la existencia de un sistema electoral confiable; la multiplicación de teorías conspiratorias y la normalización de la violencia política, como en el caso del ataque sufrido por el esposo de la Presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, suceso distorsionado por no pocos líderes  del partido Republicano; pero sobre todo, el fortalecimiento de discursos populistas y antiliberales que le achacan  a los principios esenciales de la democracia liberal el auge de ideas que contrarían  tradiciones religiosas o de corte  nacionalista; y por supuesto,  la posibilidad de catapultar una nueva candidatura a la presidencia del señor Trump, a pesar de que este haya desconocido descaradamente sus deberes constitucionales con acciones tendientes a revertir el resultado de las elecciones, en abierta contradicción con los  principios esenciales del sistema democrático.

Cabe también destacar el riesgo de ver limitadas las posibilidades de apoyo a Ucrania y la defensa de los principios de derecho internacional que en ello están implícitos, con el consecuente resquebrajamiento de la relación con Europa, debido al empoderamiento de las voces que discuten la magnitud de la implicación en la guerra por parte de los Estados Unidos.

Para Colombia, el riesgo va desde la disminución de las posibilidades de ayuda por la alteración de los consensos que  han permitido un cierto trato benevolente frente al nuevo gobierno, o en todo caso de no confrontación, a pesar de  los destellos antiamericanos que de tiempo en tiempo afloran en algunos discursos oficiales, hasta una férrea oposición por el  aumento de las preocupaciones que genuinamente pudieren causar varias de las  iniciativas anunciadas en Colombia, independientemente de  la eventual coincidencia que pueda existir sobre algunos objetivos -no necesariamente sobre los métodos para alcanzarlos- de política pública, por ejemplo, en materia ambiental.

@wzcsg