Debo resaltar el buen numero de comentarios que recibí sobre la columna de la semana pasada en la que ponderé los aportes que hace el clúster de Silicon Valley al desarrollo económico no solo de California sino de Estados Unidos y del mundo en general, pues coincido con otros analistas en que es necesario debatir mucho sobre las posibilidades que tenemos en Colombia de alcanzar también un nivel robusto de actividad productiva y comercial.
Reiteramos que para que pudiéramos llegar a tener un clúster de semejante magnitud debemos mejorar mucho la calidad de educación que se ofrece en nuestro sistema, sobre todo acortando la enorme brecha que se evidencia entre una pequeña élite de colegios privados en los estratos altos de las ciudades capitales donde se ofrece una buena educación y la oferta pública ofrecida en el resto del país.
En ese campo, es necesario que los planes de estudio se enfoquen con vigor mostrando las matemáticas y la ciencia como conocimientos no esotéricos, ni difíciles o alejados de las cotidianidad de todos, sino que, por el contrario que solo aplicándolas en forma práctica será posible solucionar muchas dificultades que nos agobian y encontrar la ruta a una mayor prosperidad y calidad de vida.
Además, las instituciones de educación superior deben no solo fomentar la creación de nuevas empresas de emprendedores egresados, como algunas lo vienen haciendo, sino que también, en alianza con el estado promuevan la creación de fondos de capital de riesgo que financien esas actividades. Es necesario que en nuestro país derrotemos la excesiva propensión que tenemos a las inversiones meramente rentísticas.
Aunque en este campo, siempre será posible conseguir inversionistas en el exterior que se motiven a invertir en ideas de nuevos de negocios presentadas con buenos modelos y posibilidades de éxito, lo deseable es que se financien aquí con novedosos fondos de inversión que apoyados en el ahorro nacional se interesen en estos negocios, sin duda de riesgo.
Es lamentable que en todos los frentes estemos perdiendo presencia de inversionistas nacionales en favor de empresas y fondos que provienen del extranjero. Para corroborarlo, solo hay que ver lo que pasa con la administración de aeropuertos, la generación de energía en algunas regiones o en el sector bancario, entre otros.
Por lo anterior es muy importante que se conformen empresas de inversión nacionales interesadas en negocios nuevos impulsados por visionarios de empuje.
No es necesario siquiera que esos fondos sean de inversionistas individuales, tampoco de unos pocos, sino que lo deseable es que sean sociedades apalancadas por el ahorro y aportes de muchos colombianos interesados en destinar alguna parte de su portafolio en este tipo de inversiones riesgosas pero potencialmente rentables.
En épocas del Presidente Uribe se fortaleció el Fondo Emprender del Sena y el sistema venido a menos de La Banca de Oportunidades, pero estas iniciativas son poco conocidas por falta de divulgación y rendiciones públicas de cuentas, por lo que son poco solicitadas. La falta de financiación entorpece el desarrollo posible.