A TRAVÉS DEL TEODOLITO
Acatar y cumplir, ¿se oponen?
RESPETAR la ley por el simple hecho de ser ley es una de las características de los países “civilizados,”. No puedo dejar de recodar las gratas conversaciones que mantuve en Viena con un muy distinguido profesor universitario, muy docto en sus temas filosóficos, históricos, políticos y sociales que hacían de su compañía un verdadero placer. La tarea que mutuamente nos impusimos fue la de él, alrededor de temas de mutuo interés aprender de asuntos de América Latina y la del suscrito obtener de él sus sabias indicaciones sobre el correcto uso del idioma alemán.
Se vivía en Austria la circunstancia de la llegada a la primera magistratura del país, cuyo régimen político es parlamentario en el cual, el Presidente es el representante del país y es el jefe de Estado, así como el primer ministro o Canciller es el Jefe de Gobierno; había sido elegido en medio de gran controversia nacional que había convocado a los amigos y enemigos de Alemania, en contra del candidato Waldheim quien fue una oficial subalterno durante la II Guerra Mundial del gobierno encabezado por Adolfo Hitler; que era enemigo de los judíos cuya comunidad hoy por hoy sigue contribuyendo al bienestar y estabilidad del país. El desconocimiento de las cosas de este continente aun para personas cultas es grande. Nuestras charlas tocaron buena parte de cosas de nuestros países; particularmente sobre la idiosincrasia que le da forma a la situación política, la orienta y le da consistencia para bien o para mal.
El respeto a la institucionalidad es actitud presente en la conducta ciudadana, asunto que no admire discusión; sin embargo, para animar la controversia traje a colación una actitud muy nuestra que está consagrada en una respuesta al presidente Valencia por parte de un parlamentario costeño a quien le reprochó por una determinada disposición oficial que tenía que ver con la represión del contrabando, aquél le contestó: “Señor Presidente aquí esa norma se acata pero no se cumple”. Esa respuesta no pasó de ser una anécdota chistosa y oportuna por lo ingeniosa. No tuvo repercusiones de clase alguna y el país ni se inmutó ante tal manifestación de irrespeto y cinismo.
Ante esta historia contraria al temperamento europeo de respeto a la institucionalidad, mi interlocutor tuvo oportunidad de hacer reflexiones sobre respeto a las leyes y a la institucionalidad, base de la democracia. Aquí las leyes se respetan por el simple hecho de ser leyes. La democracia fija y determina cuándo y cómo es el proceso de confección de la norma para controvertirla, mejorarla o cambiarla. Una vez adoptada, el ciudadano no tiene opción diferente a obedecerla. Nosotros nos atrevemos a atribuirnos el poder de interpretar la ley según nos convenga o no. Un ejemplo es el acatamiento a los semáforos. No somos muchos quienes detenemos la marcha del vehículo siempre esté en rojo; depende si viene alguno o aunque venga si se alcanza a pasar.
Estas reflexiones se me han venido a la cabeza a raíz de manifestaciones que se han presentado en el país sobre la ley que condena severamente el contrabando. Parece que se dejaron influir por el dicho del parlamentario sobre acatamiento y cumplimiento de la ley. Esas manifestaciones en contra de la ley han pasado inadvertidas. Es otra expresión de la democracia, se ha dicho.