Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 27 de Junio de 2015

 

“Violentas acometidas dan al traste generosos deseos”

A TRAVÉS DEL TEODOLITO

No es un lecho de rosas

 

LAS  responsabilidades de dirección y manejo de la cosa pública parece que no tienen límite; no estoy hablando de las legales o constitucionales, sino de aquellas que se impone quien está a cargo, que más tienen que ver con la historia. Esto significa que la soledad en la cal se halla la persona en el momento de tomar sus decisiones es total, lo cual no significa que no pueda ni deba tomar opiniones de todo aquel que crea está en conocimiento de los temas sobre los cuales tiene que decidir. Pero es precisamente la capacidad que se supone debe tener quien dirige para analizar y decidir todo lo que le dicen sus asesores, la opinión y en general el conglomerado al cual afectan los hechos del director. Hasta aquí el lector se habrá percatado que estas observaciones se refieren a quien tiene la responsabilidad de la dirección de un país, vale decir, entre nosotros, el Presidente de la República. Los gobernados suelen, solemos ser tan exigentes con sus mandatarios que hasta sus gestos y ademanes son objeto de interpretación. Cómo no será con sus acciones de gobierno.

Por ejemplo, el propósito de conseguir que impere la paz entre nosotros, es uno sobre al cual estamos todos de acuerdo, aunque con nuestro diario proceder nos empeñemos en contradecir este objetivo. Si nos tomamos la molestia de revisar nuestra historia nacional, digamos desde la guerra de la independencia de la corona española, no podemos asegurar que hemos sido modelo de paz y tranquilidad. Lo que sí no parece que sea modelo  de perturbación es nuestra guerrilla patrocinada por las Farc               desde hace 50 años; con unos fines aparentemente altruistas, han llenado de dolor y sufrimiento a la nación. Todos los presidentes han querido resolver este asunto sin que hayan podido tener éxito. Su trayectoria a través del tiempo seguramente les da la seguridad de su permanencia; no es lo mismo con los presidentes que tienen un período fijo, que se han empeñado en lograr convencerlos de la inutilidad de su accionar violento para conseguir sus objetivos que no se sabe bien cuáles son. Salvo el de cambiar el estado de cosas por fuera de los lineamientos y prescripciones que ofrece la Constitución, vale decir la democracia.

Por la vía de las armas y el terrorismo quieren imponerse. Pienso que una de las grandes preocupaciones del presidente Santos, es que  a pesar de la generosidad con la que se ha venido discutiendo con los voceros de las Farc el tema de la paz, éstos con sus violentas acometidas de los últimos días, han dejado muerte, desolación y deterioro de la vida cotidiana de diversos sectores del país, van a dar al traste con los más generosos deseos y propósitos. Si a esta situación se agregan las movilizaciones de protesta de huestes campesinas, el desprestigio de la justicia por las sindicaciones de las cuales son objeto varios de los magistrado de las más altas cortes, el asedio del cual son objeto los militares por los falsos positivos, la mala conducta de funcionarios en los cuales el país ha depositado confianza, el manejo de los asuntos políticos que se mueven por las próximas elecciones para los poderes regionales y locales la vida de Santos no es por estos día un lecho de rosas.