Palabras como “libertad” y “felicidad” encarnan anhelos perennes de los humanos, y las contrarias significan realidades que bien se quisiera no se dieran en nuestro diario vivir. Colocándonos ante la primera de ellas, es general sentir que para disfrutarla bien valen todos los sacrificios y hasta dar la vida. La “esclavitud”, su opuesta, es mirada con horror, y con anhelo de evitarla a toda costa. Hay natural búsqueda de “libertad”, que bien dirigida eleve a realización dentro de una “felicidad” que lleva a plenitud de vida.
Los meses de julio y agosto suscitan en el corazón de los hijos de Colombia un palpitar alegre, pues traen a su sentir, por fechas memorables, aires de libertad animados por gloriosos recuerdos del pasado. La lucha por la libertad, y un buen disfrute de ella, sostenida en siglos de historia, da no pocos buenos resultados por la fe puesta en esfuerzos solidarios de conciudadanos capaces de decididos y patrióticos sacrificios.
Es indispensable tener en claro el verdadero sentido de “libertad” y “felicidad”, para que bien encauzadas lleven a satisfactorios y perennes efectos. Todo opuesto a libertad es el “libertinaje”, o uso desenfrenado, e irresponsable de ella, que lleva a ruinas y fracasos. Es indispensable la existencia de leyes físicas que mantengan el orden del universo, y, cuando por alguna causa no se cumplen, llevan hasta cataclismos. Los astros, los vivientes irracionales, las plantas, han sido colocados por el Creador dentro de un orden natural, que en general observan admirablemente, y, en medio de esta creación está el ser humano dotado inteligencia y voluntad, con íntimo sentir guiado por su conciencia que le piden buena utilización de ellas.
No aceptar lo anterior es sumir a la humanidad en horrorosa “anarquía” o “desgobierno universal”, que nada bueno trae a la comunidad humana, y sí gran parte de calamidades que vienen sobre ella. Lastimosamente ese desbordamiento frecuente de los humanos hizo decir a Nietzsche que “el hombre es una disonancia hecha carne”. Sabia, a la vez, la expresión de Cicerón que invita a la cordura y recto uso de la libertad para que dé frutos de bien, cuando dijo: “Nos hacemos esclavos de la ley para poder ser libres”. Es que esa observancia no es la repudiada esclavitud que hemos mencionado, sino dique necesario a la libertad, que, mal empleada, se convierte en algo desastrosa esclavitud.
Todo lo anterior tiene una gran vigía, “la conciencia nunca dormida” que, guiada por la razón y sabias enseñanzas de nuestros mayores, dan rumbo certero. Lo contrario a una conciencia bien formada es el “pecado”, sino concepto que indica falla y desvío, al fin y al cabo mala utilización de la libertad y errado camino de felicidad. Estar libre de pecado es obrar con recta utilización de la libertad, con íntima felicidad de ir por sendas seguras en la tierra, con proyección a eternidad feliz. Cuando se abusa de la libertad se está cerrando el paso a verdadera felicidad, hay burla a la leyes impresas en lo íntimo de la conciencia, y motivo cierto de castigos divinos. Bien por “aires de libertad”, pero bien entendida.
*Obispo Emérito de Garzón
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