Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 18 de Septiembre de 2015

EL SEPTIMAZO

Aspiraciones

En  este país con problemas de verdad, hemos tenido comidilla durante las dos últimas semanas por cuenta de una muchacha de Facatativá que un día se dio cuenta de que con su nombre ampuloso y sus apellidos sin lustre, no iba a poder cruzar la frontera imaginaria y acceder a aquello que quizás le produciría éxito o felicidad.

Pienso en esta rubia reciente que puso en calzas prietas al fiscal Montealegre, quien ha deslustrado la dignidad de su cargo por defender la vinculación de su protegida. Pero nada de eso me ocupa. “Colombia es más geografía que Estado”, dijo con sabiduría Gustavo Bell cuando fue vicepresidente del país. Allá ellos y que le rindan cuentas a la justicia, si hay lugar.

Pienso en ella, en Natalia Marlene Lizarazo García, en lo áspera y triste que debió haber sido su vida, en los rechazos que debió haber padecido, en las penurias de su mesa y su corazón, para tener la osadía de negar a los papás y crear un cuento de hadas alrededor de su vida.

Pero Natalia Springer no está sola. La nuestra es una sociedad aspiracional, llena de gente que se identifica con lo que puede llegar a ser, sin tener en cuenta si es realista el camino para lograrlo. Los “wannabe” se les parecen, pero estos dan risa, no tristeza como los primeros.

La clase media y la clase funcionaria están llenas de gente así, que impulsados por sus anhelos, como lo advierte Gilles Lipovetsky en El lujo eterno,  “consumen para acelerar ese proceso de convertirse en aquello a lo que aspiran”.

Toda aspiración es una pretensión, ligada más a la apariencia que a la inspiración. Me explico: a mí me inspira Mahmud Darwish, pero no me abrigo con una hatta para ser palestina, ni aspiro a escribir poemas como los de él. Si lo hiciera, sería una caricatura en proceso.

Colombia es aspiracional porque hay inequidad social. Natalia no podía jactarse de descender de los García que preparan la mejor mazamorra de Facatativá y prefirió ser Springer, porque suena más bonito, aunque traduce “saltador”, o sea, trepador.

“La lógica de aparentar es imperiosa”, en esta sociedad aspiracional, dice Lipovetsky. Y la nuestra, perversa, ha visto en Natalia Springer su propia imagen, como en un espejo.

Ser y estar son verbos diferentes. El primero es discreto y callado, contundente. El segundo es refulgente. Lo aspiracional es una mala metáfora de la realidad, un escudo cuando el ser no es.