Colombia y Francia: ¿escenarios iguales? | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Abril de 2012

Los resultados de la primera vuelta presidencial en la nación europea apuntan a que se radicalizarán más los discursos de Sarkozy y Hollande, pues las extremas democráticas de derecha e izquierda tuvieron una alta exposición. Si se compara con la situación en Colombia y lo que se vislumbra para 2014, hay elementos de análisis muy interesantes.

Lo primero que debe impresionar a un colombiano, luego de la primera vuelta en Francia, es la proporción de la abstención. Allí fue de 19%, cuando aquí suele ser superior a 50%.

Es decir que la configuración de la democracia es de diferente calado. En el caso francés, alrededor de 81 de cada 100 personas votan para elegir Presidente, mientras que en Colombia apenas 50, con un porcentaje importante de sufragios nulos por no saber votar.

Todo ello supone, también, el desnivel de conciencia política entre uno y otro país. Con la mitad de su población por fuera del ejercicio político, en al menos el mínimo que es votar, se comprende asimismo porqué en Colombia la política termina siendo apenas de unos cuantos, mientras muchos denigran de ella por serle indiferente o suponer un esfuerzo informativo importante.

Esto es peor si se entiende que la mayoría de votantes en Colombia son funcionarios o sus familias, que de antemano tienen un interés particular. Pasa lo mismo en el llamado voto de opinión entre quienes buscan mantener contratos o cercanía con el Gobierno. En la medida, por el contrario, en que el país aumente su conciencia y participación política, el futuro podrá visualizarse de mejor manera.

Francia, de otro lado, es un país profundamente ideologizado. Continuamente en la televisión se están presentando debates sobre la marcha de la nación, aun en épocas no electorales y por ende existen diferentes tomas de posición. En Colombia el espectro, especialmente en la radio, algo ha mejorado, pero los bajos niveles de exposición en la televisión y otras alternativas, demuestran que no hay mayor interés en el asunto por productores o por televidentes. El hecho es que Francia es uno de los países más lectores del mundo, lo que hace presumir por igual un bagaje intelectual de importancia en el pueblo. Por el contrario, el promedio de lectura en Colombia es de los más bajos de América Latina y la cantidad de libros que se lee en promedio anualmente corresponde, no a la política de la historia o las novelas, sino a textos universitarios o de superación personal.

Colombia, a su vez, tomó de Francia la idea de la primera y segunda vueltas presidenciales (balotaje), y la incorporó a la Constitución de 1991. En tal sentido, entre los muchos que se hayan presentado, los dos candidatos con mayor votación en la primera vuelta clasifican a una segunda, donde gana el que tenga las mayorías.

En Colombia, desde que se inauguró la figura, el balotaje sólo se ha presentado en tres ocasiones. En la primera vez, 1994, clasificaron Andrés Pastrana y Ernesto Samper, con triunfo muy exiguo del segundo sobre el primero. En la segunda vuelta ganó Samper sobre Pastrana, con todas las repercusiones conocidas entonces en lo que luego se denominó el Proceso 8.000. En 1998 Andrés Pastrana y Horacio Serpa sacaron las mejores votaciones en la primera vuelta, ganando el segundo luego de una sorpresiva y sorprendente votación de Noemí Sanín, que quedó de tercera. La segunda vuelta fue ganada por Pastrana.

En los mandatos de Álvaro Uribe Vélez no hubo necesidad de segunda vuelta por cuanto está establecido en la Constitución que quien en la primera obtenga 50 por ciento más uno de los votos, queda automáticamente elegido Presidente. Fue lo que pasó con Uribe tanto en 2002 como en 2006. La diferencia con todo lo anterior estuvo en que se levantó, para su segundo mandato, la prohibición de la reelección presidencial, de suerte que la Constitución contó con esta nueva figura, además del balotaje.

El presidente actual Juan Manuel Santos hubo de presentarse a segunda vuelta, luego de clasificar con Antanas Mockus en la primera, y obtuvo la votación más alta de la historia colombiana como sucesor de Uribe. A hoy, no se sabe si aspirará a la reelección y si, en ese caso, Colombia tendrá por primera ocasión un Presidente en ejercicio sometido a una segunda vuelta electoral.

Cuestión gala

Ese escenario es, precisamente, el que actualmente está ocurriendo en Francia. Es decir, un Presidente en ejercicio como el centro-derechista Nicolás Sarkozy que debe competir con su opositor el centro-izquierdista François Hollande. A tales efectos, en la primera vuelta Hollande obtuvo casi 29% y Sarkozy cerca de 27%. Lo interesante, sin embargo, es que las extremas democráticas de derecha e izquierda tuvieron una alta exposición con 18% de Jean-Marie Le Pen y 11% de Jean-Luc Mélenchon. Por su parte, el centrista François Bayrou logró 9%.

La primera vuelta francesa, por lo tanto, lo que ha mandado es una señal a quienes clasificaron, Sarkozy y Hollande, de que deben radicalizar más sus discursos. Aunque por lo general, en épocas electorales es el centrismo y la moderación lo que cuenta, por efectos de la gran crisis económica europea los electores han preferido pensar y actuar en blanco y negro. De allí que el centrista Bayrou no haya tenido un buen resultado, mientras que el espectro político tenderá a polarizarse antes que a moderarse, mucho más en un país tan ideologizado como Francia.

Y se dice, precisamente, ideologizado porque fue allí donde se inventaron los términos de derecha e izquierda, y sus intermedios, de acuerdo con el lugar donde se sentaran los diputados en la Asamblea Nacional y la Convención en épocas de la Revolución, a partir de 1789. Básicamente, incluso, seguían en derecha o izquierda quienes, en principio, votaron o no por la decapitación del rey Luis XVI y que en adelante mantuvieron las diferencias en los formulismos y las leyes constitucionales. De allí, pues, porqué sea tan común en Francia hablar de este tipo de divisiones del escenario, que de alguna manera se ha exportado para el análisis de la política en cualquier país.

Hacía tiempo que en Francia, como en la actualidad, no se presentaban divisiones tan categóricas entre la derecha y la izquierda. Tan así, como se dijo, que la centro-derecha de Sarkozy tendrá que aliarse con Le Pen, de la derecha nacionalista y extrema, lo mismo que Hollande con los radicales de Mélenchon. Es posible, claro, que los dirigentes extremistas prefieran no desdibujarse hacia un centrismo que deploran, pues es prácticamente seguro que el electorado, por su propia cuenta, escogerá al candidato que considere más cercano a su apreciación.

Lo cierto es que lo que se presentaba por la izquierda como un plebiscito contra Sarkozy, por su europeismo y alianza con Ángela Merkel, que lo llevó a tomar drásticas medidas fiscales, inclusive con sacrificios duros para salvar la economía, no se produjo en toda su extensión. Sarkozy tuvo el problema inicial, recién ganó su mandato anterior en 2007, de haber celebrado el triunfo en un fastuoso restaurante de París y de luego haber sido visto bronceándose en ostentosos yates de multimillonarios galos y mundiales.

Eso en Francia resulta un despropósito, por cuanto desdice de la majestad que naturalmente encarna el Primer Mandatario, y peor si se trata de un momento de crisis económica. Y es así, ciertamente, porque, aunque Francia proscribió la monarquía y los reyes, sigue manteniendo subliminalmente esa idea regia del poder en la alta investidura e influjo de sus mandatarios. Si bien ellos tramitan su elección igual que en cualquier otra parte del mundo, lo mismo que la política es particularmente crítica y acerba, lo cierto es que los Presidentes, en especial los posteriores a la segunda Guerra Mundial, han mantenido una presencia real. No importa si de derecha o de izquierda, llámense De Gaulle, Pompidou, Giscard d'Estaing o Mitterrand, Chirac, cualquiera de ellos conservaba una especie de hálito monárquico, así hubiesen sido elegidos democráticamente en medio de las pugnas más acerbas.

Cuenta de cobro

A Sarkozy, hijo de inmigrante húngaro, se le pretendió cobrar, en principio, que no dimanara con sus actitudes esa misma majestad o ese mismo sentido del poder. Sin embargo, poco a poco fue cambiando y su matrimonio con Carla Bruni, noble italiana a la vez que cantante popular, le sirvió de alguna manera para empinarse, pese a su baja estatura, y llegar al corazón de los franceses por otra vía. La izquierda, no obstante, consideró aquello como meros trucos de farándula.

Se suponía, entonces, en la primera vuelta del domingo pasado, que habría un plebiscito contra esa manera de ser, que aprovechó la izquierda como punta de lanza. Aun así, Sarkozy, que fue de menos a más, obtuvo una votación aceptable luego de recuperarse de unas encuestas pésimas. Hollande llegó incluso a hablar de su triunfo en primera vuelta, es decir que lograría 50% más uno de los votos, lo que estuvo lejos de ocurrir. En todo caso, Sarkozy ha logrado transmitir un mensaje de madurez y experiencia frente a Hollande, que no obstante lo cataloga del vocero principal del sistema financiero que llevó a la crisis a Europa y por eso, para diferenciarse de él y castigar a los ricos, propone 75% de impuesto para todo aquel que gane más de un millón de euros anuales, lo que no es extraño en la economía francesa.

Al revisar detenidamente las encuestas se observa que los franceses, al contrario de como estaban al principio, ven en Sarkozy un hombre de autoridad, que es capaz de tomar decisiones difíciles y que, mal o bien, tiene un enfoque sobre la crisis. Hollande, por su parte, con un gigantesco sentido del humor, ha logrado ser el vocero de un socialismo que lleva más de veinte años en decadencia.

Hacia la segunda vuelta de mayo entre Sarkozy y Hollande se observa, pues, una fuerte polarización, con los otros candidatos de extrema derecha y de extrema izquierda jalonándolos. Es posible que Sarkozy tenga que recurrir a nuevas propuestas, a más de las hechas en educación y seguridad, a políticas más duras contra los inmigrantes y evitar, por ejemplo, el pasaporte Schengen. A su vez, Hollande tendrá que sacar de la manga políticas en torno a los beneficios sociales, a aumentos de salarios superlativos, cuando evidentemente no se sabe de dónde irá a sacar el presupuesto para ello. En el trasfondo, no obstante, se juega el futuro de Europa, pues siendo Francia la segunda potencia de la zona, después de Alemania, lo que ocurra con la Presidencia determinará el devenir del continente.

Colombia 2014

No deja de ser curioso, de otra parte, en el análisis entre Colombia y Francia, que al presidente Juan Manuel Santos se le pueda presentar un escenario político similar al de Sarkozy. Falta mucho para ello y con un índice de popularidad de 58%, aunque en descenso, parecería que el camino hacia la reelección está abierto sin mayores problemas.

Sin embargo, no es descartable que hacia la primera vuelta del 2014 en Colombia se produzca un espectro político similar al francés. Como van las cosas entre Santos y el ex presidente Álvaro Uribe, parecería evidente que el primero podría representar una centro-derecha, mientras el segundo la derecha nacionalista, que en Francia encarna Le Pen. Las últimas encuestas en el país demuestran que el denominado Uribismo se va abriendo un espacio político no despreciable y que podría fluctuar entre 10 y 20% en unas elecciones presidenciales, en caso de lograr un candidato viable con respaldo de Uribe. La izquierda colombiana, que desde luego tuvo su debacle con el Polo Democrático en la última Alcaldía de Bogotá, no tendría a un Hollande, pero podría conseguir un porcentaje considerable, dependiendo de si el denominado Progresismo de Gustavo Petro y Antonio Navarro logra consolidarse o, por el contrario, se difumine por la Administración bogotana.