Nunca, desde hace décadas, habían tomado las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) una decisión de la trascendencia de lo que anunció ayer: un cese el fuego unilateral e indefinido. Mucho más allá, por supuesto, de las llamadas treguas navideñas de tantos años. De hecho, técnicamente, no sólo sería una suspensión de las acciones ofensivas, sino que supone igualmente acabar con el reclutamiento y el minado de los territorios en las zonas de conflicto armado.
La situación, ciertamente, tomó por sorpresa a los colombianos que, en general, recibieron la noticia positivamente. El anuncio, desde luego, tiene también efectos internacionales, mucho más al producirse al mismo tiempo del drástico cambio de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Ambas, pues, las noticias con que el 2014 cierra de una manera sorprendente y que auguran para el 2015 un cambio general en la América Latina.
Factores determinantes
Las Farc anunciaron el tema sobre dos factores. Uno, que esperan durante el lapso no ser atacadas, lo que llevaría al levantamiento de la medida unilateral tomada por el ‘Secretariado’. Y dos, que aspiran, de aquí al sábado, día en que se inicia la tregua indefinida, que al menos una entidad, entre la Celac, el Comité Internacional de la Cruz Roja, el Frente Amplio por la Paz y la Unasur, se encargue de la verificación, en caso de presentarse fricciones y combates, como muy seguramente pueda darse en el transcurso.
Como se sabe, el Gobierno nacional, encabezado por el presidente Juan Manuel Santos, ha sido reacio a firmar un cese el fuego de carácter bilateral, en la medida en que ello neutraliza las acciones de la Fuerza Pública en el país. En este caso, las Farc anuncian el cese el fuego unilateral, de modo que es un acto voluntario que puede tomarse como otro hecho de paz, después de la liberación, igualmente unilateral, del general Rubén Darío Alzate, hasta hace algunos días comandante de la Fuerza Titán, en el Chocó.
Es posible, por su parte, que los diálogos que se venían adelantando sobre el desescalamiento de la guerra queden superados con esta tregua unilateral de carácter indefinido. El propósito, al parecer, consiste en ir aclimatando el camino para lo que la organización subversiva llama el armisticio y que no es sino otra manera de denominar el cese el fuego de carácter bilateral.
Todo ello, en todo caso, enmarcado dentro del acuerdo marco de las conversaciones de La Habana, cuyo norte es el fin definitivo del conflicto armado en Colombia.
Mecánica y retos
El cese el fuego unilateral por parte de las Farc no necesariamente supone que las Fuerzas Militares y de Policía dejen a un lado sus funciones. Por descontado se entiende, en todo caso, que si se trata de sacar el proceso de paz adelante no se activarán los operativos ofensivos, salvo por las operaciones de patrullaje.
Desde el punto de vista técnico, es evidente que para que no se vulnere el cese el fuego lo ideal es la localización de los contingentes guerrilleros, de manera que pueda verificarse con claridad qué, cómo y en dónde ocurrió algún hecho que atente contra la tregua.
No obstante, parecería a todas luces conveniente que el fin del conflicto se vaya asumiendo por etapas: una primera precisamente la suspensión de las acciones ofensivas por parte de las Farc, como lo pedía el país en su conjunto. Una segunda etapa, demostrada la voluntad de paz de las guerrillas, podrá consistir en la localización de sus tropas en zonas especiales. Y una tercera etapa será la de dejación de las armas, previa a votarse el mecanismo de refrendación que se acuerde para efectos de legitimar popularmente lo pactado en la agenda.
El cese el fuego unilateral e indefinido, sin embargo, pone sobre el tapete lo ocurrido en las épocas de Belisario Betancur, cuando la tregua fue permanentemente incidida por acciones de la guerrilla o de la Fuerza Pública. Igualmente, durante el intento realizado en el mandato de César Gaviria, las conversaciones se rompieron precisamente porque no se logró llegar a un cese el fuego bilateral y se produjo, no solo el atentado al entonces presidente del Congreso, Aurelio Iragorri Hormaza, sino el asesinato del exministro de Obras Públicas, Argelino Durán Quintero, a manos del Epl, en esa época miembro de la llamada “Coordinadora Nacional Guerrillera”, que adelantaba los diálogos.
En esta ocasión son las propias Farc las que, por su propia cuenta, han determinado el cese el fuego sin entrar en negociaciones en la Mesa de La Habana. Ello pone un mojón más en la irreversibilidad del proceso. Es posible, no obstante, adicionar la propuesta con acciones concretas en la Mesa sobre desminado, reclutamiento de menores y sustitución de cultivos ilícitos.
¿Y ahora?
Cerrado el ciclo con las víctimas, del cual debe salir un documento preciso sobre las determinaciones a tomar en este sentido, el país se mantiene al tanto de lo que pueda ocurrir a mediados de enero, cuando se reinicie la Mesa de Conversaciones de La Habana.
Entre tanto, el riesgo consiste en que cualquier elemento del conflicto armado interno, por más nimio que sea, pueda afectar el cese el fuego y restar credibilidad a lo planteado. Lo lógico, por supuesto, es que la verificación quede en manos de los países garantes, lo cual supone un gran andamiaje mucho más allá de las entidades propuestas por las Farc.
El Gobierno, que hasta el momento ha guardado cautela, tendrá en todo caso que referirse al tema, tal vez el más importante de lo acontecido hasta ahora en el proceso de paz. Difícil, de un lado, desestimar el asunto cuando era precisamente lo que estaba pidiendo el país, pero de otro, de igual manera, tendrá que llevar la iniciativa más adelante, poniendo en funcionamiento público la Comisión para la Terminación del Conflicto.
La oposición, encabezada básicamente por el Centro Democrático, y quienes se alinean con las tesis de esa tendencia, ha mostrado su desacuerdo con las Farc. Pero al final el proceso de paz cada día cobra más vigencia. De hecho, la principal sintonía de la opinión pública con el mismo se da en todo lo que signifique acabar con la guerra. El paso dado por las Farc va en esa dirección, siempre y cuando no haya detrás ningún doblez o estrategia de posicionamiento militar-estratégico.