Repensar el universo laboral | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Diciembre de 2019
  • Más allá de la discusión salarial decembrina
  • Falta profundizar el análisis multisectorial

 

La negociación alrededor del alza en el salario mínimo que ganan más de dos millones de colombianos dejó varias lecciones que es necesario sopesar en su justa dimensión. En primer lugar, que la falta de consenso en la Mesa de Concertación de Políticas Laborales y Salariales no se debe a un simple desacuerdo sobre las propuestas de incremento en el sueldo básico hechas por centrales obreras y los empresarios. Está visto, tras las intensas y fallidas discusiones entre las partes y la infructuosa mediación del Gobierno, que el pulso sobre el reajuste en la remuneración mínima no se puede abordar como si fuera un elemento aislado, puesto que, en realidad, es una pieza más que hace parte de un rompecabezas en el que también interactúan aspectos supremamente complejos como la reforma al sistema pensional, la reingeniería al régimen laboral, un análisis objetivo a las causas estructurales del desempleo, así como los factores multidisciplinarios que inciden sobre la productividad y rentabilidad empresarial. Solo en la medida en que ese debate se dé de forma abierta y sincera se podrá dar una respuesta creíble a una pregunta que se volvió recurrente en el último año en Colombia: ¿Cómo explicar que un país que está creciendo por encima del tres por ciento en su Producto Interno Bruto (PIB) no solo experimente un aumento en la tasa de desocupación laboral sino también mantenga uno de los índices más altos en materia de desigualdad socioeconómica en la región?

En ese orden de ideas la polémica en torno al incremento del seis por ciento en el salario mínimo para 2020, decretado por el Gobierno el jueves pasado, debe ir más allá de su impacto en la estructura de costos de nómina y producción de los empleadores. También debe superar la esfera del debate en torno a si dicho reajuste tendrá o no un efecto inflacionario derivado, en vista de que el monto autorizado es el doble de la tasa proyectada de aumento de costo de vida para el próximo año. Es claro que estas son discusiones importantes, como también lo son las implicaciones del apoyo del Gobierno al proyecto de ley que viene discutiéndose desde meses atrás en el Congreso y que plantea la creación de una tercera prima para los trabajadores que devengan el salario mínimo.

Sin embargo, es necesario ampliar el escenario de análisis, de forma tal que lo ideal sea poder abocar, de manera decidida y, sobre todo, definitiva, la discusión sobre todo el universo laboral colombiano, sus falencias estructurales y coyunturales, así como las reformas de fondo que deben aplicarse de manera objetiva y probada para disminuir o, al menos, neutralizar los factores que amenazan la calidad, cantidad y rentabilidad del empleo, todos los cuales tienen un vaso comunicante y vital con la obligatoriedad de preservar o asegurar un sector privado dinámico y productivo.

Este tipo de análisis integral y multisectorial, claro está, no puede hacerse en las escasas tres o cuatro semanas en que sesiona, a finales de cada año, la Mesa de Concertación de Políticas Laborales y Salariales con el único fin de definir el aumento del sueldo básico para el año siguiente. En ese orden de ideas, convendría contemplar la posibilidad de que dicha instancia sesione todo el año, generando insumos permanentes para definir el rumbo de las políticas económicas, empresariales y de empleo. Una especie de tanque de pensamiento multidisciplinario. 

No pocos analistas locales e internacionales han llegado a la misma conclusión: la discusión salarial no debe circunscribirse a la balanza entre empleo y estado de la economía, sino que exige tener en cuenta otra multiplicidad de elementos, macro y micro, que en muchas ocasiones son obviados o subdimensionados, pese a tener una importancia mayúscula. Ello explica, precisamente, porque gran parte de las conclusiones de las llamadas “misiones de expertos” sobre empleo, pensiones, educación para el trabajo, políticas contra la desigualdad y la exclusión social y otras temáticas terminan teniendo un enfoque restrictivo e incompleto, lo que repercute necesariamente en que las políticas y estrategias activadas a partir de esos diagnósticos sean insuficientes en la práctica.

Como ya se dijo, no es fácil abocar una discusión integral como la que aquí se está planteando. Menos aún lo es si se tiene en cuenta el movido ambiente social que vive Colombia. A ello hay que sumarle un escenario político y partidista muy polarizado, en el cual muchas de las propuestas para solucionar las problemáticas laborales y empresariales están más dirigidas a impactar a la galería y buscar eco en la opinión pública, que a atacar el fondo de las mismas, por más impopulares que sean las recetas objetivas que deban aplicarse.

Como se ve, el Gobierno, el Congreso, los empresarios, los sindicatos y todo el país en general están ante el reto de emprender el análisis a fondo del universo laboral colombiano. Hacerlo podría llevar al país a poner en blanco y negro sus realidades en este delicado campo, que es transversal al anhelo de una economía pujante con progreso social. Seguir esquivando esa necesidad a lo único que lleva es que, dentro de un año, estemos en la misma discusión de hoy sobre si el aumento salarial debió haber sido de unas décimas porcentuales más o unas décimas porcentuales menos. Un aspecto menor claramente menor.