Un stand up muy “parody” | El Nuevo Siglo
Cortesía
Domingo, 13 de Octubre de 2019
Emilio Sanmiguel
El humor cuando lo ejerce la gente inteligente es una pócima que por su buen sabor no quiere decir que esté exento de profundidad

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Los Stand up Comedy son divertidos. Para eso los inventaron, Para que el público se ría a sus anchas con locuras que se les ocurren a los actores. Son divertidos porque se convierten en radiografías del alma de quienes los protagonizan.

Para hacer un Stand up hay que ser famoso, porque lo que el público encuentra muy entretenido es que esas confidencias de los famosos demuestran que son seres de carne y hueso a quienes les ocurren cosas que también le han pasado a cada uno de los espectadores lo cual, al fin y al cabo, plantea una intimidad entre el famoso y el común de los mortales.

Ahora bien, son divertidos. Sí. Pero se trata de un espectáculo que, por gracioso, puede estar al borde mismo de la frivolidad y ese peligro hay que evitarlo a toda costa.

Diego Trujillo ya se había probado, con muchísimo éxito en el Stand up Comedy por ejemplo cuando hizo Que desgracia tan infinita. El pasado fin de semana, la noche del viernes 4 de octubre subió al escenario del Teatro Patria para medírsele a una nueva propuesta: un Stand up Parody, es decir, no ya una “Comedia” sino una “Parodia”. La “Parodia” por definición imita en las formas, en este caso a la comedia, pero no hay que dejarse engañar, porque lo que entraña es una “sátira2 y las sátiras sólo expresan indignación, para el caso la indignación por la “Estafa” y a eso no hay que darles muchas vueltas, es un delito, es un fraude, un dolo, un engaño.

El Elogio de la Estafa abre con Trujillo ridiculizándose a sí mismo, porque aparece en escena con un ridículo bisoñé que, desde luego establece sin preámbulo el tono del espectáculo que, sin muchas dilaciones va recorriendo las estafas domésticas que los espectadores, también, han vivido, el engaño del Niño Dios y su acérrimo competidor Papá Noel, el Ratón Pérez, en fin...

Sin embargo, el tono del asunto empieza a cambiar a partir del momento cuando Trujillo, en un golpe de atinado dramatismo, se retira el bisoñé en medio de los comentarios más mordaces, es entonces cuando parece decirle al público, sí, vamos a seguir riéndonos, voy a seguir diciendo cosas muy cómicas, las formas seguirán siendo las mismas, pero en fondo voy a hablar en serio.

Es verdad que el tono del espectáculo sigue siendo, aparentemente, el mismo. Es imposible contener la risa en más de una oportunidad. Hay frases y reflexiones que podrían por su agudeza convertirse en máximas. Pero lo que se está contemplando es una radiografía de la realidad de nuestra idiosincrasia.

Su propuesta a partir de ese momento sigue divertida, pero también es terrible porque tiene mucho de denuncia y también de manifiesto, es la manera como un actor se permite usar su estatus de celebridad para decir ¡Ya basta! ¡Suficiente!

Porque así es el humor cuando lo ejerce la gente inteligente, es una pócima que por su buen sabor no quiere decir que esté exento de profundidad.

El público, que llenó el aforo del Patria lo disfrutó. Si además lograron ir a las profundidades muchísimo mejor.