Brasil elige entre dos continuismos antagónicos | El Nuevo Siglo
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Sábado, 1 de Octubre de 2022
Redacción internacional

ENTRE dos propuestas de país, continuistas pero antagónicas, presentadas por el mandatario de derecha, Jair Bolsonaro, tildado de radical y dictador por su rival, el izquierdista Luis Inácio Lula da Silva, deben elegir hoy los brasileños a su presidente para los próximos cuatro años.

Tras una campaña pletórica de ataques personales y difusión de temores en torno al riesgo de un gobierno fascista según Lula y un retorno a la corrupción que se enquistó en los dos mandatos izquierdistas de éste, por lo que fue juzgado y cumplió 580 días de condena antes de que la Corte Suprema anulara todo lo penalmente actuado por fallas procesales, los brasileños están convocados para elegir al próximo jefe de Estado.

Para esta primera vuelta electoral se tiene por descontado que la mayor votación será para la carta del Partido de los Trabajadores, pero que no llegará al 50% +1 de los votos válidos para evitar el balotaje, previsto para el 30 de este mes, con quien se encasille en segundo lugar, que será el candidato-presidente.

Rehabilitado por la Corte, pese a tener como reseñamos condenas y otros procesos dentro del escándalo de lavado de dinero bautizado como ‘Lava Jato’, una vez excarcelado Lula da Silva comenzó a planear su retorno al poder y motivado por la ventaja en las encuestas frente a Bolsonaro promovió su campaña como una lucha de la democracia contra el fascismo.

Y aquí vale recordar la historia y la significación de varios conceptos. En marzo de 1985 asumió el poder en ese gigante sudamericano José Sarney, poniendo fin al largo régimen militar, restaurando las libertades civiles y promoviendo una nueva Constitución, la que se aprobó tres años más tarde implementando la elección directa (voto popular) del presidente de la República, sellando la transición definitiva a la democracia. Desde entonces Brasil está bajo este sistema político.

El fascismo, creado en Italia por Benito Mussolini hace más de un siglo es un sistema político que trata de llevar a cabo un encuadramiento unitario de una sociedad en crisis dentro de una dimensión dinámica, promoviendo la movilización de las masas por medio de la identificación de las reivindicaciones sociales con las reivindicaciones nacionales. En esta línea, se opone por tanto al socialismo, para el que la unidad dentro del Estado (que amalgama clases en una única realidad económica y ética) es desconocida, que no ve en la historia nada más que la lucha de clases.

En ese entonces (1919), Mussolini lo expuso como un rechazo a los modelos políticos existentes y argumentó que “aunque el XIX fuera el siglo del socialismo y el liberalismo, eso no significa que el siglo XX deba ser igual… Las doctrinas políticas pasan, las naciones permanecen. Somos libres de creer que este es el siglo de la autoridad, un siglo que tiende hacia 'la derecha'…somos libres de creer que este es el siglo del 'colectivo'”.

Con el paso del tiempo esta visión política del fascismo mutó hacia los dos extremos del espectro político (derecha e izquierda) y la radicalización que se hizo del mismo llevó a finales del siglo XX a definirlo como un modelo totalitario, ultranacionalista, antidemocrático y de extrema derecha.

Con su modelo izquierdista y el populismo que lo caracteriza, a saber, “ganar simpatía de la población que posee derecho a voto, aun a costa de promesas o tomar medidas contrarias al Estado democrático”, Lula da Silva enfocó su campaña como un choque entre democracia y fascismo o dictadura, que dice representar Bolsonaro por sus reiterados cuestionamientos al voto electrónico y al sistema electoral.

A sus 67 años, el excapitán del Ejército, exdiputado y representante de los sectores más conservadores de Brasil busca la única reelección inmediata permitida por la Constitución, centrando su estrategia de campaña en la defensa de los valores morales (Dios, patria, familia), la continuidad de sus programas de gobierno, sus avances económicos, el fortalecimiento de la seguridad y las ayudas sociales tan extendidas como aumentadas en monto.

Cuenta con el apoyo de buena parte de quienes le auparon en 2018: los influyentes 'lobbies' de las armas, los empresarios, el agronegocio y el vasto electorado evangélico.

Ha prometido que seguirá con las mismas políticas de los últimos cuatro años, en especial aquellas relacionadas con la privatización de empresas estatales estratégicas, como la energética Petrobras, con la que espera hacer posible una de sus promesas de campaña, tener el combustible más barato del mundo.

Bolsonaro ha hecho de la lucha contra la corrupción su principal bandera política y se presenta como el responsable que el país haya logrado reducir la pobreza gracias a los programas de ayudas sociales y que aumentó en dos ocasiones.



Precisamente este último tema se convirtió en caballito de batalla y retrovisor de Lula da Silva, argumentando que Auxilio Brasil (actual programa) es un reencauche de Bolsa Familia que creó al inicio de su segunda estancia en el Palacio de Planalto.

Visto como el ‘ave fénix’ de la izquierda brasileña y autodefinido como “un joven de 76 años”, Lula da Silva tiene alta probabilidad, según todas las encuestas, de volver al poder. Promete ‘salvar al país y restablecer la democracia’.

Durante sus anteriores mandatos (2003-2010), gozó de una gran popularidad entre las clases trabajadoras y de rentas más bajas tras lograr sacar a 30 millones de personas de la pobreza extrema. Aquel periodo de abundancia y prosperidad se vio enturbiado a partir de 2011, cuando los continuos escándalos de corrupción significaron su muerte política al punto de llevarlo a la cárcel.

Durante esta campaña construyó un perfil moderado para atraer al electorado de centro, (izquierda y derecha) y distanciarse de los fantasmas del comunismo que agita el bolsonarismo.

Llega a las urnas con una intención de voto del 45%, lo que catapultó el entusiasmo de sus seguidores que confían en que logre el poder en una sola ronda. Por ello el Partido de los Trabajadores hizo campaña apelando al voto útil entre quienes todavía apuestan por alguna de los otros candidatos residuales, (Ciro Gomes y Simone Tebet) opciones de la conocida como tercera vía y que marcan 7 por ciento y 5 por ciento, respectivamente.

Y aunque Lula acabe ganando la presidencial (en primera o segunda vuelta), el Congreso será posiblemente el más conservador de la historia reciente de Brasil, lo que supondrá un importante desafío para el antiguo líder sindical, que entre sus promesas están las de aumentar los programas sociales y mayores controles medioambientales.

 

Programas

Por las tendencias políticas que representan, las agendas programáticas de Bolsonaro y Lula son diametralmente opuestas en casi todos los aspectos.

Así, por ejemplo, en materia económica, Bolsonaro plantea fortalecer el Auxilio Brasil, prioriza la generación de empleos, cita la "libertad económica" como promotora del bienestar social, promete eximir del impuesto a la renta a quienes ganen hasta cinco salarios mínimos y mejorar la infraestructura en las regiones menos desarrolladas, además de ampliar el proceso de privatizaciones.

Lula, por su parte, promete lanzar un Bolsa Familia "renovado y ampliado", agregando a los 600 reales mensuales otros 150 (USD 28) por cada hijo menor de seis años. Su propuesta económica tiene como pilares la inversión pública y la mejora del salario mínimo (1.212 reales, USD 236) para restaurar el poder adquisitivo de los brasileños frente a la elevada inflación.

También se plantea implementar una reforma tributaria "para que los pobres paguen menos y los ricos paguen más" y propone modificar la legislación laboral "para ampliar la protección social”

En el tema ambiental, el candidato presidente prevé continuar con las operaciones militares "Verde Brasil" y "Guardianes del Bioma", al igual que “acelerar el desarrollo de acciones de reducción y mitigación de gases de efecto invernadero". Lula promete combatir frontalmente la minería ilegal, los incendios y la deforestación en la selva amazónica, fortaleciendo los órganos de preservación y control, a su parecer debilitados durante el actual gobierno.

En cuanto a la política exterior, Lula apunta a "recuperar" el protagonismo global de Brasil con una acción activa y altiva", ampliando acuerdos comerciales internacionales y retomando la cooperación "sur-sur". Bolsonaro, por su parte, defiende nuevos acuerdos "bilaterales" y "multilaterales", y apuesta por concluir el proceso de ingreso de Brasil a la OCDE.

Frente a la seguridad este último promete aumentar la inversión en órganos de seguridad pública como policías estatales y Fuerzas Armadas, al tiempo que defiende una flexibilización aún mayor del acceso a las armas, para ampliar "el derecho fundamental a la legítima defensa y la libertad individual".

En cambio, Lula dice que es necesaria una "nueva política sobre drogas" que sustituya el actual modelo "bélico" de combate al narcotráfico.

En el tema de las minorías, el candidato izquierdista promete defender "los derechos y territorios de los pueblos indígenas" y quilombolas (descendientes de esclavos), a crear un "Ministerio de los pueblos originarios", encabezado por un/a indígena y establecer políticas específicas para la comunidad LGTB+.

El aspirante de la derecha reivindica la “libertad” de los indígenas para hacer un "uso responsable" de los recursos naturales.