Perspectiva. 40 años entre rosquillas, chocolate y arequipe | El Nuevo Siglo
Hace algunos días se inauguró la tienda 200. La compañía abre entre cinco y siete tiendas por año.
Cortesía
Jueves, 22 de Septiembre de 2022
Redacción Economía

Hace 40 años, el señor Miguel Merino Gordillo, un ingeniero de profesión que vivía en los Estados Unidos, tras pasar por algunos cargos en el sector público y privado no llegaba a imaginar que terminaría dedicado al negocio de la comida, más específicamente al de las donas.

“Yo estaba estudiando en el MIT y estando allí en Boston mi hermana, que era una ama de casa tradicional y sus hijos iban a la Universidad, quiso ser activa y ayudar a sufragar los gastos que se venían por la universidad de sus hijos. Entonces quiso hacer un emprendimiento y compró una maquinita de hacer donas en la Feria Internacional de Bogotá, que se realizaba en ese momento”, contó el señor Miguel.

Ese deseo de su hermana por sacar adelante a sus hijos desencadenaría en una de las franquicias de comida americana más exitosas en nuestro país.

“A mi hermana le pareció interesante comprar esa máquina para emprender y vender donas en la iglesia, el barrio y en el colegio de sus muchachos. Sin embargo, después de haber hecho esta inversión, se dio cuenta de que no le funcionaba la maquinita, tenía problemas de grasa, las donas se explotaban, salían chiquitas, salían duras, no eran muy sabrosas; entonces, preocupada por esta situación me llamó a mí, que estaba en Boston y me dijo: ‘Miguel, ¿por qué no me levantas una receta de hacer ‘donuts’?’ para ver si esto, que suponía que iba a ser un apoyo económico, no terminaba siendo un gasto”, relató Merino.

Así que el aprovechó su estadía y salió en busca de la receta mágica, pero encontró algo mucho mejor…

Cambio de vida

“Todo esto es el territorio de Dunkin Donuts. Allí hay más de 500 puntos de venta en el área metropolitana y además, a mis hijas les fascinaba ir a Dunkin Donuts, que quedaba cerca, entonces pregunté dónde quedaría la casa matriz, donde pudiera recibir alguna información. Así que esa tarde me fui para unos cuántos a preguntar dónde quedaba la casa principal, la casa matriz, y quedaba como una distancia entre Bogotá y Chía, y le dije que a mi esposa: ‘pasemos en la tarde y averiguamos a ver si le conseguimos una receta a mi hermana”, narró el presidente de Dunkin Colombia.

Su forma de ser natural y aguerrida, además del empuje de esta tierra, lo aventuró a lo que se convertiría en su proyecto de vida.

“Lo cierto es que llegamos allá como colombianos, sin haberle hecho una cita previa”, cuenta entre risas. “Sin embargo, muy amablemente nos recibieron y coincidí con que en ese momento estaban abriendo panaderías dentro de los supermercados, lo cual era una competencia fuerte para Dunkin, y ellos habían decidido salir al mercado internacional. Entonces les dije que si les interesaría Colombia. Coincidí con que uno de sus altos funcionarios iba a venir a Venezuela en ese momento. Entonces lo invité a venir a Colombia y ahí se inició ese proceso”, explica.

“La vida le da a uno sorpresas, porque yo soy arquitecto y constructor, y pasé en un momento dado a estar involucrado con los negocios de comida, los cuales hemos desarrollado con mucha pasión, entusiasmo y honestidad”, dice con una sonrisa de orgullo.



Picos y valles

Para nadie es un secreto que iniciar un negocio en Colombia es una tarea ardua, más si es intentar traer un producto nuevo, poco conocido en el mercado nacional.

Miguel cuenta que gran parte de su éxito fue dejar enmarcado en la memoria de los colombianos un estribillo tan sencillo, pero a su vez tan poderoso, como el recordado ‘”Dunkin Donuts…”.

Esta estrategia fue revolucionaria en el país, pasar por televisión los anuncios de comida era algo que no se veía.

Un mecanismo que le ha funcionado de maravilla, pues en estos 40 años que lleva en el mercado nacional, la franquicia que comenzó primero en los aeropuertos y terminales del país ya llegó a su tienda número 200.

Esta fue otra estrategia que ayudó a generar recordación de marca, pues según relata el señor Miguel, estar en los aeropuertos hizo que cuando las personas llegaban de viaje, compraran unas donas para llevar a su casa, como regalo; esto metió a la compañía en el corazón de los colombianos.

Sin embargo, en cuatro décadas no todos son momentos alegres.

“Como todo en la vida pues hay momentos fáciles y hay momentos difíciles; hay momentos en que tiene uno que obrar con mucha paciencia y con mucha persistencia. Inicialmente una de las grandes dificultades era que el Gobierno colombiano no permitía la importación de equipos hace 40 años, cuando empezamos, para el sector de las comidas. Entonces tuve que desarrollarlos aquí en Colombia, porque estaban restringidas las importaciones y eso fue un reto grande”, comenta.

Y añade que, “a pesar de que no eran equipos de alta tecnología, debían ser muy precisos para lograr la calidad del producto que se necesitaba”. Después, durante muchos años, les afectó “el problema de la economía colombiana que tenía inflación, una alta devaluación de la moneda, por lo cual inclusive cada tres meses nos tocaba revisar precios y adaptarnos para poderlos poner de una manera armónica con la capacidad de compra de los consumidores”.

Pero su mayor reto sobrevino en los últimos años. “Digamos que el último gran reto que tuvimos fue el de la pandemia del covid, que fue un reto para toda la humanidad y que nos llevó a tener que pasar por momentos muy difíciles. Teníamos 190 puntos de venta en el país en ese momento, 1.000 empleados que dependían económicamente de la empresa y teníamos que ver cómo podíamos manejar la situación ya que nos tocó cerrar 180 puntos”, narra Merino.

Sin embargo, lograron mantener a todos sus colaboradores. “Ha sido el momento más difícil, pero a su vez el más enriquecedor, porque nos permitió conocer a fondo la empresa y puntos más eficientes, y hoy en día llegar a los 200 puntos”, dice con felicidad en su rostro.

Ahora dejará el negocio en manos de sus tres hijas, con una filosofía muy importante: “estamos cambiando lo que tradicionalmente se llamaba el trabajo productivo, por una concepción del bienestar productivo”. Para él y su empresa el futuro de cualquier negocio es “proyectarse siempre pensando en la comunidad y en la gente, en los consumidores y principalmente en los empleados”.