Perspectivas. “La delincuencia primero apuñala y después roba” | El Nuevo Siglo
El atraco ocurrió al interior de un articulado en la estación de Ciudad Universitaria.
Cortesía
Sábado, 3 de Septiembre de 2022
Redacción Bogotá

Fue una ingenuidad pensar que nunca me robarían en una ciudad como Bogotá. Peor aún: fue una ingenuidad pensar que jamás me robarían con puñal en mano. “Eso le pasa a otras personas, yo tengo cuidado, nunca me va a pasar a mí”, es lo que por lo menos yo siempre pensaba cada vez que salían los reportes mensuales con los índices de criminalidad.  

Nunca había sido tan consciente de lo cómodo que es cubrir cifras. Es muy fácil escribir que, por ejemplo, en lo corrido del año se han registrado en Bogotá 4.238 delitos sexuales; que han robado en 3.994 comercios, que 61.663 personas han sido víctimas de atraco, que han hurtado en 3.071 residencias, y que han despojado a sus dueños de 1.946 carros, 4.418 bicicletas, 31.330 celulares y 2.731 motocicletas.

O peor aún: que en el 2022 han extorsionado a 737 personas, que han sido víctimas de lesiones personales más de 13.500 ciudadanos, que han sido víctimas de violencia intrafamiliar otras 25.784 y que han sido asesinadas 564.

Son números. Son elevados y dolorosos, pero para mí eran solo eso: números. La cosa cambia, no obstante, cuando las cartas se invierten y uno es el desafortunado que padece un atraco o una lesión personal en carne propia. Cuando uno pasa a ser una cifra es cuando descubre todo lo que hay detrás de un número tabulado y cuantificado para que la Secretaría de Seguridad pueda hablar de avances o retrocesos.

Pero lo que la Secretaría parece no entender, y que para ser franca yo tampoco entendía, es que muchos hurtos podrían ser homicidios. Porque en esta ciudad la criminalidad no amenaza con un puñal para que entregues tus pertenencias, y en caso de que no las entregues ahí sí violentar, no. Apuñalan primero y esa ira que va más allá de la razón, del lenguaje, es algo que parece no estar en los cálculos del Distrito.

Primero se apuñala

Lo que pasa es que te comienzan a clavar un cuchillo mientras te gritan que entregues el celular, porque en Bogotá primero se apuñala y después se roba. Yo era tan ingenua, que pensaba que el orden era a la inversa, pero no.

Fue rápido y creo que, como le ocurre a la mayoría de las personas que son atracadas de forma violenta, cuando reaccionan, el daño ya está hecho. Cuando fueron plenamente conscientes de lo que les estaba pasando, de la escena de la que estaban siendo protagonistas, ya no podían hacer nada distinto a ceder.

No sé, y aún me lo pregunto, si antes de ingresar al articulado me vieron desde afuera, o si por el contrario entran al articulado como entraron, apuñalando a la primera persona que encuentran en la silla inmediatamente contigua a la puerta del bus, a ver qué logran llevarse. Podría haber sido mi abuela de 95 años, o mi hermana con mi sobrinito de brazos.

El hecho es que dos hombres abordaron el articulado y en cuestión de segundos, que lo fueron, uno se paró entre la puerta del bus y la puerta de la estación, mientras otro jovencito moreno con un pasamontañas gris y chaqueta negra trataba de apuñalarme por un celular barato.

Cuando las puertas sonaron, como anticipando lo que estaba por venir, yo no me di cuenta de quiénes habían entrado sino segundos después, cuando uno de ellos ya me estaba apuñalando el brazo izquierdo, pidiendo al mismo tiempo el celular que tenía en mis manos y que, por supuesto, fue lo que me expuso de esa manera.

La gente comenzó a gritar a mi alrededor y yo, de manera profundamente estúpida, no entregué el teléfono sino que, por el contrario, me cubrí la cara con la mano en la que tenía un celular cualquiera, no uno de esos que cuestan tres o cinco millones de pesos. El ladrón seguía gritando que lo entregara, y seguía clavando el arma blanca.

¿Y el acento y la nacionalidad de los asaltantes, que son dos preguntas que tristemente me han hecho más de lo que se debería? Ni idea, porque cuando todo lo que alguien te está gritando mientras te trata de clavar un cuchillo en el brazo por una baratija es “entréguemelo” sumado a un par de groserías una, dos y sucesivo número de veces, el acento no se distingue.

¿Qué acento? Es que hasta el idioma ha dejado de existir. La delincuencia en Bogotá solo entiende una forma de lenguaje: el de la ira.



Aún hay gente que ayuda  

Y como en esta ciudad hay de todo, y aún hay empatía (y algo de irresponsabilidad), un pasajero que estaba ahí trató de impedir el robo e intentó quitarle el arma de la mano al asaltante, y por esa razón, por ser una persona decente y con ética, se terminó llevando la peor parte: a él sí lo apuñalaron en el estómago.

Consciente, tranquilo y sereno, en la patrulla de la Policía, camino a la Clínica Colombia (el protocolo obliga a llevar a los heridos al centro médico más cercano y esto ocurrió en la estación de Ciudad Universitaria), me contó que era un estudiante de la Javeriana, llamó a un familiar a decirle que no era nada grave e incluso tuvo la inmensa amabilidad de prestarme su celular para que le avisara a mi familia.

Lo acompañé hasta donde me lo permitieron y cuidé de su maleta, luego se lo llevaron por una puerta y a mí por otra (a limpiarme la herida y a ponerme una vacuna contra el tétanos). Sé que está bien porque lo llamé al día siguiente y me indicó que estaba en casa con cinco puntos, recuperándose.

Ahora todo lo que queda por delante es seguir haciendo uso del sistema de Transmilenio, guardar el celular, jamás sentarse en las sillas pegadas a las puertas y esperar llegar todos los días a casa sanos y salvos.

Y me toca seguirlo usando porque el sistema me desplaza del punto A al punto B, pero sobre todo porque no hay otra alternativa. Yo no me gano lo que se gana un concejal que tiene carro o que en su defecto puede llegar al trabajo en taxi todos los días. Tal vez si ese fuera mi caso también pediría que destruyeran el sistema hasta los cimientos, pero no puedo darme ese lujo porque no hay más. Sí puedo, como ciudadana, pedirle que mejore y esperar que así sea, para que me devuelva la confianza perdida.

Mi brazo ya está sanando (de acuerdo con el médico que me atendió, la chaqueta me salvó de que me tuvieran que tomar puntos) y eso, aunque no lo crean, es “sacarla barato”. Es una lástima, porque años atrás “sacarla barato” era la expresión coloquial que se empleaba cuando todo lo que te pasaba era que perdías un pedazo de chatarra.