La geopolítica de la vacuna contra el Covid | El Nuevo Siglo
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Jueves, 23 de Julio de 2020
Redacción internacional
Paralelo a la carrera de los investigadores y farmacéuticas por encontrar una cura efectiva al virus, hay un pulso político de las grandes potencias no solo por acceder primero a la distribución masiva del medicamento, sino por posicionarse en el nuevo orden mundial pospandemia

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La pandemia producida por el Covid-19 ha supuesto varios desafíos a nivel internacional. La cooperación y solidaridad se pusieron a prueba en lo relativo al apoyo que han recibido distintos países en desarrollo para fortalecer sus sistemas de salud, al tiempo que se están acordando planes de recuperación económica trasnacional bajo la tesis de que la crisis amerita una respuesta conjunta y coordinada.

La búsqueda de la vacuna contra la enfermedad ha supuesto, también, alianzas y un trabajo mancomunado de grandes potencias del globo. Pero a la par de ello, no han faltado hechos que oscurecen ese panorama geopolítico solidario, como los episodios de presunto espionaje a grupos científicos desarrolladores de la vacuna contra el coronavirus. De esas prácticas han sido acusados países como China y Rusia.

¿Por qué es tan importante ser el primer país o potencia en acceder a la vacuna? Sencillo: además de frenar la curva de contagios y decesos en su respectivo territorio, se considera que la nación que se abandere del anhelado descubrimiento se posicionará como la mayor potencia geotecnológica del momento.

Tras el anuncio de la revista The Lancet sobre la efectiva respuesta inmunitaria de dos proyectos de vacuna, es claro que esos grupos de investigadores han tomado la delantera en la carrera científica; el de la Universidad de Oxford y el de CanSino Biologics, de capital chino.

Las vacunas

La universidad del Reino Unido estableció un convenio con la farmacéutica AstraZeneca y ha recibido cuantiosas sumas de dinero de gobiernos que, a través de inyecciones directas de capital o mediante la compra adelantada de dosis del futuro medicamento, le apuestan a este proyecto. Tal es el caso de Reino Unido, Alemania, Francia, Holanda e incluso Estados Unidos, que a pesar de tener su apuesta principal en la que desarrolla el laboratorio norteamericano Moderna, ha invertido 1.200 millones de dólares en esta iniciativa británica.

En todo este debate tercia un tema clave: ¿cómo y cuándo se venderá la eventual vacuna? El director general del laboratorio AstraZeneca, Pascal Soriot, afirmó que su vacuna será vendida "a precio de costo" (2,5 euros la unidad) en todo el mundo y remató diciendo que espera entregarla "antes de fin de año". Al anunció de AstraZeneca se sumó también Johnson & Johnson, mientras que multinacionales como Pfizer, Merck y Moderna confirmaron que no venderán sus vacunas a precio de costo, lo que supone que será más cara, de modo que representen una ganancia para esas multinacionales farmacéuticas.

En la otra orilla está China, que fue la cuna de la pandemia y sigue en el ojo del huracán por la forma en que manejó la crisis. Como se recordará, el gigante asiático fue el primer país en mapear el genoma del virus y su proyecto de vacuna más destacado está siendo desarrollado por la empresa de biotecnología CanSino, en cooperación con la Academia de Ciencias Militares china.

La vacuna se encuentra actualmente en ensayos de fase III. Incluso en días pasados se reveló que había sido probada en seres humanos en marzo, sin contar con un permiso para pasar a esa etapa.

En medio de tensas relaciones con varios países del globo por las dudas que existen sobre la transparencia sanitaria de la potencia, el presidente Chino, Xi Jinping, ha prometido en repetidas ocasiones que una vacuna fabricada en China será entendida como un "bien público global", lo que supondría que se compartirá a nivel mundial. Y ha aprovechado para atizar aún más su crítica relación con los Estados Unidos, señalando que la Organización Mundial de la Salud es la única organización capaz de garantizar una distribución justa e igualitaria del medicamento.

¿Bien público?

Como se ve, ante la confrontación geopolítica por reivindicar el descubrimiento de la vacuna y la creciente esperanza mundial por conseguir una efectiva al mediano plazo, crece el debate sobre cómo sería el acceso a la misma.

Por ejemplo, la Pontificia Academia para la Vida ha reclamado que, una vez se haya encontrado la vacuna contra el coronavirus, esta sea "un derecho humano universal" sin que los países tengan que pagar por ella.

"Las dimensiones públicas de la investigación no pueden ser sacrificadas en el altar del beneficio privado", ha señalado el organismo del Vaticano.

Asimismo, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió hace algunas semanas una "vacuna del pueblo" contra el coronavirus que, una vez desarrollada, esté al alcance de todos los habitantes del planeta. Al respecto afirmó que "una vacuna contra la Covid-19 debe ser vista como un bien público mundial” e instó a la "solidaridad global para garantizar que cada persona, todo el mundo, tenga acceso" a ella.

Implicaciones

Como se ve, el mundo vive una dramática carrera contrarreloj para producir una vacuna contra el coronavirus. Una soterrada batalla científica y geopolítica en la que el bien común se entremezcla con una amalgama de intereses comerciales, políticos y diplomáticos. Para nadie es un secreto que el descubrimiento catapultará al gobierno que apoye a la apuesta ganadora. El presidente Trump confía en que algunos de los proyectos que apoya sean exitosos y de esa manera conseguir el impulso final a su campaña electoral. Ante la ofensiva estadounidense la canciller alemana Angela Merkel dijo que iba a evitar que otros se lleven los laureles de la ciencia alemana y europea.

El coronavirus está suponiendo un cambio estructural en las relaciones internacionales. Los avances de la propuesta de Oxford, apoyada por el Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Europea hacen suponer que se afianzará el predominio mundial de occidente.

Por ahora, no parece viable que China, pese a sus esfuerzos tecnológicos, logre dar la vuelta al tablero internacional y ganar adeptos en su lucha por la hegemonía regional y aplacar los múltiples conflictos que ha entablado.