Lula malogra su liderazgo | El Nuevo Siglo
Jueves, 1 de Junio de 2023

Cumbre dividió más a presidentes de Suramérica

* Maduro y Unasur, las espinas 

 

 

En días de predominio de gobiernos “progresistas” en Suramérica, el presidente de Brasil, Luis Inicio Lula da Silva, destapó ante el mundo su proyecto de crear una fuerza que actúe unida frente al escenario multipolar en que vivimos. Ratificando, a su vez, que, en la hora actual, es el líder más reconocido del subcontinente, logró llevarlos a todos a Brasilia, salvo por las circunstancias de Perú.

De entrada, aparentemente un buen resultado, pero insuficiente para ocultar y sofocar las abundantes espinas que habitan en la agenda latinoamericana. El cerebro detrás de toda la operación fue Celso Amorín, canciller y arquitecto de la política internacional de Lula y de Dilma Rousseff. Hábil estratega y agresivo maquinador, tuvo que enfrentar, sin embargo, desde el inicio, las consecuencias de sus propios proyectos: el alineamiento de Brasil con Putin, que los llevó a afirmar que Ucrania es tan culpable de la guerra como Rusia, pero sobre todo la intención de reinsertar a la dictadura de Maduro en la comunidad de mandatarios, haciendo una calamitosa omisión de los cargos que abundan sobre la satrapía: persecución política, éxodo, narcotráfico, corrupción, violaciones de derechos humanos, atentados a la libertad de prensa y, en general, la inocultable y trágica responsabilidad en la crisis social, económica y humanitaria que oprime al pueblo hermano.

La aproximación a Rusia ya era misión imposible -de hecho fue omitida de la agenda- pero, al final, fue el intento de reinsertar a Venezuela lo que resultó letal. Era exótica la presencia de Maduro en una reunión de jefes de Estado y de gobierno cuando no es reconocido como tal por más de 60 países. No obstante ello, Lula lo recibió con todos los honores. Pero, además, se permitió hablar públicamente de la “narrativa que se construyó contra Venezuela de la antidemocracia, de autoritarismo”. Una osadía que, incluso, suscitó inmediatas y fuertes reacciones del izquierdista presidente de Chile, Gabriel Boric, y del mandatario derechista Lacalle Pou, de Uruguay. Muy pocos se van a tragar ese sapo.

"No es una construcción narrativa; es una realidad, es seria y he tenido la oportunidad de verla en los ojos y el dolor de cientos de miles de venezolanos que hoy día están en nuestra patria", dijo Boric. "Si hay tantos grupos en el mundo que están tratando de mediar para que la democracia sea plena en Venezuela, para que se respeten los derechos humanos, para que no haya presos políticos, lo peor que podemos hacer es tapar el sol con un dedo", afirmó, a su turno, el presidente uruguayo. 

Las diferencias entre los mandatarios en torno de ese tema ya se habían incubado en el debate del proyecto de declaración que circuló la cancillería de Itamaraty en los días previos, que suscitó reflexiones y polémicas que terminaron en la negativa a que Maduro pudiera lograr una declaración conjunta para exigir el levantamiento de las sanciones políticas y económicas que pesan contra el régimen de Venezuela.  

Tensionada la reunión, la agenda aterrizó en temas relativos a la integración latinoamericana y en la propuesta de definir una hoja de ruta para fortalecerla en temas de salud, cambio climático, defensa, infraestructura, energía y combate al crimen organizado. Convinieron los mandatarios la creación de un “grupo de contacto” integrado por los cancilleres de los doce países y en la realización de nuevas reuniones. Pero, en realidad, solo Argentina, Bolivia y Colombia respaldaron el propósito central de Lula de revivir Unasur o de conformar un nuevo bloque suramericano. El presidente Gustavo Petro fue el único que anunció el retorno del país a Unasur, aunque requiere para ello surtir un proceso y la ratificación del reingreso por parte del Congreso de la República.

Los resultados de los procesos electorales en ciernes en Argentina, Perú y Ecuador definirán, en los próximos meses, el predominio político de izquierda o derecha para Suramérica y, en consecuencia, las decisiones de los gobernantes de mantenerse fieles a la alianza geopolítica con Estados Unidos en la región o de ceder a los cantos de sirena que plantean China y Rusia a los gobiernos “progresistas”. Es un panorama complejo y retador que, unido a lo sucedido el martes en Brasil, pone a tambalear el pretendido liderazgo de Lula, así como la fuerza y factibilidad de su proyecto. Su abrazo prematuro y demasiado entusiasta a Maduro, le puede haber costado todo lo que apostó.