Así llega Colombia a primera vuelta presidencial | El Nuevo Siglo
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Domingo, 22 de Mayo de 2022
Redacción Política

El próximo domingo más de 39 millones de colombianos están citados a las urnas para el segundo round de una contienda presidencial que comenzó, paradójicamente, la noche del propio 17 de junio de 2018, cuando se confirmó que Iván Duque había sido elegido como titular de la Casa de Nariño.

Mientras que el ganador daba su primer y efusivo discurso como mandatario electo, su rival en esa segunda vuelta, el exalcalde Gustavo Petro, si bien reconocía la derrota, dejó en claro que, desde ya, amparado en los ocho millones de votos que alcanzó, entraba en el partidor de la campaña para 2022.

Paradójicamente Petro no era el primero en lanzarse al agua para la siguiente carrera por la Jefatura de Estado. Ya desde finales de mayo, tras la primera vuelta, se sabía que el aspirante de la Alianza Verde, Sergio Fajardo, que sacó 4,6 millones de votos y solo le faltaron un poco más de 200 mil para superar a Petro, también se ‘enlistaba’ para pelear por la sucesión de Duque. De hecho, el no haber adherido a ninguno de los dos finalistas evidenció que seguía en carrera electoral de largo aliento…

Pero no paraba ahí la tempranera baraja para la campaña 2022. La propia vicepresidenta electa, Marta Lucía Ramírez, se daba como otra segura aspirante para el siguiente cuatrienio, bajo la tesis de que renunciaría en 2021 y buscaría ser la primera mujer en el solio de Bolívar.

Ahora, si bien puede concluirse que la campaña presidencial actual comenzó cuatro años atrás, con estos tres pesos pesados, las previsiones en torno a que la competencia entre ellos estaría a la orden del día durante todo el mandato Duque no se cumplieron. Hubo dos razones básicas para ello.

La primera, en gran parte de 2019 el foco político y electoral se concentró en los comicios regionales y locales, que dejaron como resultante un mapa político que marcó un avance de la izquierda y los sectores independientes en cuatro de las cinco principales ciudades del país, mientras que en el resto del territorio se impusieron las fuerzas partidistas liberales, conservadoras, uribistas, de Cambio Radical y de La U, entre otras. Hubo muchas interpretaciones sobre qué tanto Petro, Fajardo o Ramírez salieron favorecidos de los comicios de mitaca, pero al final fue evidente que ninguno fue claro ganador o perdedor.

La segunda razón, sin embargo, no tuvo nada que ver con política: a comienzos de 2020 irrumpió la pandemia y hacerle frente se volvió la prioridad nacional, dejando en segundo plano las tempraneras aspiraciones de Petro, Fajardo y Ramírez, así como las de otros nombres que poco a poco empezaban a asomar y levantar tímidamente la mano.

Para nadie es un secreto que las graves contingencias sanitarias, económicas y sociales derivadas de la crisis por el covid-19 se impusieron al resto de la agenda nacional, incluyendo obviamente la electoral. Claro, hubo mucho debate y rifirrafe político y partidista alrededor de la inédita emergencia, pero en materia de pulso presidencial para 2022 “el palo no estaba para cucharas”.

A ello contribuyó también que, contrario a lo que se pensaba en junio de 2018, Petro no se pudo consolidar como el jefe único y determinante de la oposición a Duque, en tanto que Fajardo tomó distancia del día a día político, muy probablemente buscando no desgastarse y poder lanzar de nuevo una opción viable de tercería para el 2022.



Prendiendo motores

De hecho, solo a finales de ese 2020 pero sobre todo a comienzos de 2021, cuando comenzaba a tomar ritmo el lento pero sostenido proceso de reactivación nacional, la campaña volvió a prender motores. Y lo hizo a un ritmo frenético, a tal punto que para el final del primer trimestre el listado de quienes habían expresado o insinuado que no descartaban una precandidatura a la Casa de Nariño pasaba de 50, un número inédito. Había perfiles para dar y convidar: congresistas, excongresistas, exministros, exalcaldes, exgobernadores, ex precandidatos presidenciales de 2018 y de 2014, exmagistrados, dirigentes empresariales, líderes sociales, exsecuestrados…

En fin, una ‘bonanza’ de presidenciables, algunos con claros y reconocidos antecedentes políticos y electorales, y otros apostando a repetir el caso de Duque que, sin hacer la tradicional ‘fila india’ partidista y tras un cargo medio en el exterior y un periodo como congresista, fue apadrinado por el expresidente Álvaro Uribe y logró llegar a la Casa de Nariño, convirtiéndose en el mandatario más joven en la historia.

Así las cosas, de los tres aspirantes ‘heredados’ de la campaña de 2018 se pasó, mediando la ‘tregua’ electoral pandémica, a medio centenar de nombres a inicios de 2021. La incógnita era qué tan rápido se podría depurar el listado y quiénes, finalmente, llegarían a las urnas este año.

Paradójicamente cuando varios partidos empezaban a delinear las bases de su estrategia, hubo un hecho que se erigió como el primer punto de inflexión de la aún tempranera campaña: en medio de un clima político y social complicado para el Gobierno, sobre todo por la ola de paros y bloqueos de abril y mayo de 2021, la vicepresidenta Ramírez decidió no renunciar e incluso aceptó la Cancillería.

Esta situación movió el ajedrez político, ya que para muchos Ramírez apuntaba a ser la ‘candidata del Gobierno’ y se presumía que podría llegar a concitar el apoyo de los partidos de la coalición oficialista: Centro Democrático (cuna de Duque), conservadores (fue su candidata oficial para 2018), La U (‘divorciado’ ya del expresidente Santos) y otros partidos y sectores de centroderecha, todos alineados con un solo objetivo: impedir que Petro llegara al poder.

De hecho, las encuestas en abril del año pasado mostraban al senador de izquierda con porcentajes por encima del 30%, Fajardo con la mitad de esos apoyos y más atrás Ramírez, que obviamente arrastraba el desgaste gubernamental y el efecto de la ola de paros, en especial del primer, fallido y polémico proyecto de reforma tributaria.

Con Ramírez fuera del partidor, el ritmo de la campaña empezó a acelerarse aún más, sobre todo en los sectores de la centroderecha. Empezaron, entonces, a sonar nombres cada vez con más fuerza, en especial los del ex vicepresidente y excandidato presidencial Germán Vargas (Cambio Radical); el excandidato presidencial uribista en 2014, Óscar Iván Zuluaga; o el expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo Luis Alberto Moreno… Solo el segundo se lanzó finalmente.

Terminando mayo comenzaría a gestarse otro de los factores determinantes de la campaña: el alud de comités para promover candidatos presidenciales de grupos significativos de ciudadanos. En otras palabras, por firmas. Cada uno debía reunir 580 mil rúbricas y el plazo máximo para presentarlas era el 17 de diciembre pasado. Con el pasar de los meses fue evidente que por esta vía se irían no pocos aspirantes…



Bloque de los ex…

A la par de todo ello, comenzó a gestarse a mediados de 2021 una idea: algunos de los gobernadores y alcaldes que entregaron el poder el 31 de diciembre de 2019 plantearon la posibilidad de hacer un ejercicio político y electoral para crear un bloque que compitiera por la Casa de Nariño. Si bien se empezaron a dar algunas reuniones, entre públicas y privadas, pronto serían cuatro los nombres que empezarían a despuntar: Enrique Peñalosa (Bogotá), Federico Gutiérrez (Medellín), Alejandro Char (Barranquilla) y Dilian Francisca Toro (Valle).

Poco a poco ese experimento de apostar al poder nacional desde los liderazgos regionales empezó a tomar cuerpo, ubicándose claramente en el espectro político de la centro derecha y, por lo mismo, marcando visibles distancias con otros exmandatarios ya en competencia, como el propio Fajardo (exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia) y Petro (exalcalde de Bogotá), así como con precandidatos al estilo de Camilo Romero (exgobernador de Nariño, Alianza Verde), Rodolfo Hernández (exalcalde de Bucaramanga, independiente), Luis Pérez (exgobernador de Antioquia, liberal) y Carlos Amaya (exgobernador de Boyacá, verde).

Mientras que Peñalosa, Gutiérrez, Toro y Char (el último en oficializar su entrada al bloque y quien antes sonó también como candidato de Cambio Radical o incluso en alianza con el uribismo) avanzaban en estructurar una coalición, los demás partidos empezaron a mover sus propias fichas.

El partido Conservador (que desde 2018 tenía sus esperanzas en que Ramírez fuera de nuevo su candidata), se la jugó: tras una decisión unánime de la bancada y dejando de lado nombres como los de los exministros de Hacienda, Mauricio Cárdenas y Juan Carlos Echeverry (que al final se lanzó por firmas), escogió en noviembre al senador cordobés David Barguil como su aspirante oficial y, casi de inmediato, pidió pista en el bloque de los exalcaldes y exgobernadores. 

En ese mismo mes, el Centro Democrático, muy golpeado por el proceso penal al expresidente Álvaro Uribe, que incluso renunció al Senado en agosto de 2020 y luego terminó por algún tiempo en detención domiciliaria, también anunció su candidato: Zuluaga, quien se impuso en un proceso interno a las senadoras María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, el ex viceministro Rafael Nieto y el exgobernador de Casanare, Alirio Barrera.

Por su parte, bajo la férrea línea del expresidente César Gaviria, el oficialismo liberal había entablado diálogos con el exministro y exrector de los Andes, Alejandro Gaviria, quien se había lanzado como independiente en agosto pasado. Sin embargo, en noviembre se rompieron esas negociaciones y el exmandatario enfatizó que su prioridad sería la elección parlamentaria del 13 de marzo y solo después se vería si habría candidato propio o en alianza. Esto llevó poco a poco a que congresistas y dirigentes empezaran a deslizarse hacia las toldas de Petro o de Alejandro Gaviria, principalmente.

De hecho, fue en ese mismo mes de noviembre que Fajardo, el propio Alejandro Gaviria, el exministro Juan Fernando Cristo, el exgobernador Amaya, el senador ex Polo y ahora Dignidad Jorge Robledo y el exsenador liberal Juan Manuel Galán conformaron la segunda coalición en competencia: la Centro Esperanza. Definieron las reglas del juego: ir a consulta presidencial el 13 de marzo para escoger un candidato único a la Casa de Nariño y lanzar una lista única a Senado.

No menos importante en el último trimestre del año pasado fue la resurrección de cuatro partidos políticos por cuenta de fallos y jurisprudencia de la Corte Constitucional: el Nuevo Liberalismo (galanista), Colombia Humana (partido base del petrismo), el Movimiento de Salvación Nacional (del inmolado Álvaro Gómez Hurtado) y Verde Oxígeno (de la exsecuestrada Ingrid Betancourt). Se trata de un hecho clave puesto que del primero se derivó la precandidatura presidencial del exsenador Galán, del tercero la del abogado Enrique Gómez Martínez y del cuarto la aspiración de la propia Betancourt, aunque tras varios bandazos políticos.

Ese año cerraría con dos elementos determinantes en el rumbo de la campaña por la sucesión de Duque. De un lado, la reiteración, por enésima ocasión, de Fajardo en cuanto a que no quería una alianza ni coalición con Petro. Y, en segundo lugar, las primeras señales muy claras de que en Equipo por Colombia había fuerte división en torno a si debían o no dejar entrar al candidato uribista Zuluaga.

Hora de definiciones

Ya en este 2022, la movida comenzó con un tema sustancial: de la treintena de candidatos que se inscribieron por firmas, solo seis cumplieron el requisito de rúbricas de respaldo: Luis Pérez, Alejandro Gaviria, Federico Gutiérrez, Rodolfo Hernández, Alejandro Char y Juan Carlos Echeverry. De todos ellos, el récord lo marcó el exalcalde de Barranquilla, con más de dos millones de respaldos.

Una primera consecuencia de ello es que La U (aunque a final de 2021 se pensaba que Toro -su directora - sería la candidata), decidió avalar a Peñalosa, que no alcanzó a reunir las rúbricas necesarias. Se completó así la baraja de Equipo por Colombia y se dio por cerrada la coalición de cara a la consulta del 13 de marzo: Gutiérrez, Barguil, Char, Peñalosa y Aydeé Lizarazo, del partido cristiano MIRA. El exministro Echeverry renunció a la precandidatura unos días antes.

Esto último llevó, precisamente, a que Zuluaga y otros sectores del Centro Democrático, cansados de los ‘portazos’ de algunos aspirantes de esa coalición, desistieran de ingresar a la misma y anunciaran que no participarían en ninguna consulta e irían con su candidato directo a la primera vuelta del 29 de mayo.

Donde también hubo un ‘divorcio’ político fue en la Centro Esperanza, ya que Betancourt -que había lanzado su candidatura a mediados de enero- terminó renunciando a esa coalición a finales de ese mes, en protesta por los apoyos liberales a Gaviria y Fajardo. Ese rifirrafe le hizo un daño muy grave a la llamada “opción de centro” y evidenció el craso error de estrategia política del candidato antioqueño al apostar por este bloque multipartidista.

Definido ya ese panorama, el balón pasó entonces a Petro. Aunque podía sustentar su candidatura en Colombia Humana, decidió por apostar por construir una coalición política y electoral con ocho partidos y movimientos de izquierda. Todo ello con el objetivo de ir a una consulta interna el 13 de marzo para escoger un candidato único a la Casa de Nariño y, de paso, presentar listas únicas a Senado y Cámara. El bloque, bautizado como Pacto Histórico, se lanzó en la tercera semana de enero, constituyéndose en la mayor apuesta política de la izquierda en la historia reciente.

Al final de cuentas, pese al claro favoritismo de Petro, participaron como precandidatos también el exgobernador Romero, la líder de negritudes Francia Márquez, la líder indígena Arelis Uriana y el pastor cristiano Alfredo Saade.

Las consultas

Con las encuestas mostrando a Petro en la punta, así como a Fajardo en segundo lugar, en tanto que la votación de la centro derecha se encontraba distribuida entre varios nombres, llegó el primer pulso por la Casa de Nariño en las urnas ¿El resultado? Más de 12 millones de votos y ‘palos’ en las tres coaliciones.

La del Pacto sumó 5,8 millones de respaldos. Petro, como estaba previsto, ganó con casi 4,5 millones de votos, pero la sorpresa fue Márquez, con casi 800 mil respaldos.

En cuanto a Equipo por Colombia, alcanzó 4,1 millones de votos, ganando con cierta sorpresa Gutiérrez con 2,1 millones de votos, seguido muy lejos por Char (709 mil) y Barguil (629 mil). De estos últimos se esperaba un mejor desempeño, dados sus orígenes partidistas. Peñalosa, con 231 mil, terminó último.

La mayor decepción fue la votación de Centro Esperanza. Apenas sumó 2,2 millones de sufragios y Fajardo -el favorito según las encuestas- alcanzó solo 723 mil, muy lejos de los 4,6 millones de votos de la primera vuelta en 2018. Galán quedó segundo con 487 mil votos (se esperaba más) y la sorpresa fue Amaya, que sumó 451 mil. Tampoco rindieron Gaviria (336 mil) ni Robledo (161 mil).

A lo anterior debe sumarse el nuevo mapa político dejado por los comicios parlamentarios, aunque debido a las graves irregularidades en el preconteo y escrutinios de los votos al Senado todavía no se conocen los resultados definitivos.

El último reporte de la Registraduría indicó que el Pacto eligió 19 escaños en Senado; el partido Conservador 15; el Liberal 15; Centro Esperanza 13; Centro Democrático 13; Cambio Radical 11; La U 10; y, por último, la coalición de los partidos cristianos (MIRA y Colombia Justa y Libres), 4.

En otras palabras, la lista petrista fue la más votada, y aunque la coalición de centro también avanzó, no todos los electos están con Fajardo. Por el contrario, los partidos que apoyan a Gutiérrez o que se identifican con la centroderecha, así no se hayan adherido oficialmente a él, son mayoría.

Otro punto de alto impacto en esta recta final de la campaña fue, claramente, la escogencia de las fórmulas vicepresidenciales. Petro se inclinó por Márquez, con el ánimo de sumar votos de víctimas del conflicto, mujeres, líderes sociales y negritudes. Gutiérrez optó por el exalcalde de Neiva, Rodrigo Lara Sánchez, clave en materia de sumar más liderazgo regional, compromiso con gremios como el de la salud y conocimiento de la realidad profunda del país. Fajardo escogió al exministro Gilberto Murillo, fuerte en lo ambiental, el Chocó y el tema de víctimas y desarrollo. Hernández, a su turno, tras la renuncia de la periodista Paola Ochoa, indicó que su compañera de fórmula es la académica Marelen Castillo, afrodescendiente. Gómez Martínez escogió al reconocido empresario Carlos Cuartas. Y Rodríguez lleva en su tiquete a la profesional y líder afrodescendiente Sandra de Las Lajas Torres.  

Así llegamos…

¿Qué ha pasado del 13 de marzo a hoy, cuando solo faltan ocho días para el segundo round en las urnas? Hay seis hechos puntuales.

En primer lugar están las adhesiones. Gutiérrez recibió el apoyo de conservadores, La U, MIRA y los liberales. No se concretaron las adhesiones oficiales de Cambio Radical y uribistas, pero hubo acercamientos muy altos que podrían dar noticias esta semana. Lo del uribismo extraña, porque un día después de las consultas el propio Zuluaga retiró su candidatura y dijo apoyar al exalcalde de Medellín. Aunque Uribe y toda su bancada piden todos los días votar por "Fico" no hubo alianza oficial e, incluso, alcanzó a abrirse camino un insólito acercamiento con Betancourt, que no progresó. 

Petro, a su turno, recibió algunos respaldos más de la Alianza Verde, otros adicionales de liberales de provincia así como de distintos sectores que, en realidad, ya estuvieron con él en la consulta. Fajardo, al final de cuentas, fue muy poco lo que pudo sumar.

El segundo hecho puntual es que llegan seis candidatos a las urnas: Gutiérrez, Petro, Fajardo, Hernández, Gómez Martínez y John Milton Rodríguez, quien ha tenido una campaña complicada a nombre del partido cristiano Colombia Justa y Libres. Se retiraron Pérez (que no adhirió a nadie) y Betancourt, que el viernes pasado dio un paso al costado y se fue con el exalcalde de Bucaramanga. Uno y otra estaban por debajo de 1% en las encuestas.

En tercer lugar, queda claro que el promedio de las encuestas ha mantenido a Petro entre 37 y 41%, en tanto Gutiérrez oscila entre 25% y 28%, ambos con tendencia a la estabilización. Hernández es la gran sorpresa, ya que subió en las últimas dos semanas y se asoma como una tercería fuerte, aunque su posibilidad de pasar a segunda vuelta no se ve clara. Y, por último, Fajardo viene en caída libre, a tal punto que no se sabe si alcance a lograr el 4% mínimo de votos válidos para alcanzar la reposición económica por desempeño en las urnas. Por el contrario, la sumatoria de porcentajes sobre posible voto en blanco e indecisos promedia entre el 9 y 13%, un rubro muy alto de cara al balotaje final al que, al tenor de los sondeos, irán Petro y Gutiérrez, salvo una sorpresa en las urnas el próximo domingo.

La campaña -cuarto elemento- terminó perdiendo capacidad propositiva y programática, pese a que hubo un alud de debates semanas atrás. Al final se desvió a un rifirrafe diario de acusaciones y ataques políticos y personales muy graves entre los candidatos. Las actuaciones de la Presidencia, la Fiscalía, la Procuraduría y otras instituciones han sido puestas en tela de juicio por las decisiones que han tomado en sus esferas competentes. Caso puntual, por ejemplo, la suspensión por parte del ente disciplinario de los alcaldes de Medellín e Ibagué por presunta participación en política.

Hay denuncias penales de espionaje e infiltración en las campañas, amenazas de grupos criminales de distinta laya así como estrategias evidentes de desinformación y ‘guerra sucia’ en las redes. Como si lo anterior fuera poco, los distintos candidatos se han sacado, como se dice popularmente, sus ‘trapitos al sol’, sobre todo por cuestionamientos a algunas alianzas y apoyos, controversias sobre los alcances y riesgos de determinadas propuestas económicas e incluso se han ventilado asuntos de la esfera íntima y personal de los aspirantes. Hasta hubo un asomo de politización de las visitas de algunos candidatos al papa Francisco…

En quinto término, es evidente que se llega a las urnas con un sistema electoral que genera una alta desconfianza no solo por lo ocurrido el 13 de marzo sino por los altibajos en el plan de choque de la Registraduría para garantizar unos comicios transparentes (ver página 7A).

Y, por último pero no menos importante, resulta claro que esta cita a las urnas llega en un momento en que la realidad colombiana está impactada por situaciones muy distintas que, sin duda alguna, tendrán un impacto en la psiquis del elector. De un lado, un clima político y electoral muy polarizado; un debate de alto calado sobre lo que podría significar un viraje político a la izquierda en un país que siempre se ha ubicado del centro a la derecha; el delicado escenario geopolítico por la guerra en Ucrania y las crisis de los regímenes de Venezuela y los gobiernos de izquierda en Perú o Chile; problemas en materia de seguridad urbana y orden público, pico inflacionario y desempleo por encima de dos dígitos… Pero, de otra parte, hay asuntos muy positivos como una economía creciendo a todo vapor, disminución de la pobreza, superación de la fase crítica de la pandemia, turismo al alza, prórroga de subsidios y programas asistenciales, récord en consumo de hogares y encuestas que evidencian un alto porcentaje de optimismo por el rumbo del país, incluyendo una popularidad presidencial por encima del 40%... 

Ese es el escenario en el que, dentro de ocho días, los colombianos deben asistir a las urnas para definir cuáles serán los dos candidatos que pasarán a la segunda vuelta para señalar, el 19 de junio, quién será el sucesor de Duque, poniendo así fin a una campaña que comenzó el 17 de junio de 2018.