Petro y Melo | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Mayo de 2023

Desde hace días el presidente de la República, Gustavo Petro, ensalza al general José María Melo, autor del golpe de Estado contra Obando del diez y siete de abril de 1854 -dicen que con agrado de éste- lo considera reformador y pide repatriar sus restos desde México.

Melo se vinculó al ejército del Libertador Simón Bolívar en 1819, participó en el Perú en las batallas de Junín y Ayacucho, en 1824, en el cerco de El Callao en 1825, fue fiel a Bolívar cuando la dictadura de Urdaneta, se exilió en Venezuela, viajó por Europa y regresó a la Nueva Granada.    

El primero de enero de 1854 entraba, a altas horas de la noche a su cuartel, al subir la escalera se encontró con el cabo Ramón Quiros, quien ebrio lo atacó con su lanza, en defensa lo hirió con la espada gravemente y al día siguiente él   falleció, difundió la versión de que había muerto de pulmonía fulminante, la gente murmuró, le abrieron investigación, lo responsabilizaron por lo sucedido.

Con apoyo de los artesanos y de sus subalternos se declaró jefe supremo, asumió el poder con proclama y bando, todos los hombres menores de sesenta años debían inscribirse como soldados en el término de veinticuatro horas, reunió mil en menos de una semana, los expresidentes Tomas Cipriano de Mosquera, José Hilario López y Pedro Alcántara Herrán suspendieron diferencias, unieron ejércitos, hubo batallas con miles de víctimas, pusieron fin a su gobierno el cuatro de diciembre de 1854, a los ocho meses de mandato, se restableció  el sistema constitucional, asumió el cargo de presidente el vicepresidente José de Obaldía. Mosquera era partidario de fusilar a Melo, finalmente confiscaron sus bienes, lo desterraron, estuvo en Costa Rica, Nicaragua y terminó en México, los seguidores del emperador Maximiliano I lo declararon traidor por haberse incorporado a las fuerzas de Benito Juárez y lo fusilaron en hoy Trinitaria, en 1860, lo enterraron en Chapas.

En medio de zozobra, saqueos y atropellos, la distracción del general Melo era la de ingresar al palacio un caballo y una vaca, ponía estos animales ante los espejos, se divertía viéndolos, tal su excentricidad. Los militares gobiernistas atacaron la legación de los Estados Unidos, derribando puertas y ventanas, para apresar a un extranjero que creían cercano a los defensores de la Constitución.

Melo, originario de Chaparral, Tolima, figura entre nuestros expresidentes, no es exacta su condición de indígena pijao, tampoco puede  tildársele de ignorante, en Europa leyó con avidez textos de socialistas de la época, apoyaba la eliminación de la esclavitud; sin embargo, el puesto que le asigna Petro de revolucionario y ejemplo generacional es exagerado, le asiste el derecho de elogiarlo,  consideramos esa posición equivocada, sorprende, eso sí, la interpretación histórica del actual mandatario quien lo compara con López Pumarejo y Gaitán.  En cuanto a la repatriación de los restos de Melo ojalá que los traigan, forman parte de la memoria de un país con poca memoria.