Hablemos de cabañuelas | El Nuevo Siglo
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Sábado, 11 de Enero de 2020
Alvaro Sánchez

No todo ha de ser ciencia, también tienen cabida en nuestra mente algunas costumbres o tradiciones de mucho tiempo y cuyo origen se pierde en el tiempo. Me quisiera referir hoy a uno de ellos, muy utilizado en los campos de Iberoamérica e incluso en algunos países de África y de Europa del norte.

Las cabañuelas, costumbre traída de España en cuyas regiones del norte se denominan témporas, constan de una serie de observaciones diarias del tiempo en los primeros días del año, y pretenden predecir el tiempo en plazos anuales; en Colombia y en los otros países en los que se utilizan, los campesinos cada año usan las cabañuelas para predecir cuáles serán los mejores meses para la cosecha. Algunas personas han adaptado está tradición campesina a su vida personal y pretenden predecir su suerte, su amor y sus finanzas. Recuerdo a una tía abuela diciendo “Que triste va a ser el mes de octubre, el 10 de enero se murió el perrito”

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha tenido la necesidad de predecir el tiempo, bien sea para prevenirse y protegerse o para cosechar y garantizar su subsistencia, la simple observación del cielo ha sido el inicio de muchas predicciones, tanto de los españoles como de los habitantes nativos de américa, con base en dicha observación se cuecen muchos mitos y se infunden muchos temores.

Con los avances de la ciencia y la aparición en la escena de la meteorología, como ciencia, las cabañuelas han ido perdiendo su popularidad; en España fueron utilizadas, incluso por entes gubernamentales, hasta mediados de los años 40’s, inclusive el famoso calendario Zaragozano, equivalente a nuestro almanaque Bristol y que circula anualmente desde 1840, incluye dichas predicciones.

Para la interpretación de las cabañuelas, los “expertos” se basan en diversos indicadores tales como; la forma de las nubes, la dirección del viento, las características del Sol, la Luna, las estrellas, la niebla, el rocío de la mañana, el arco iris o el granizo; en algunos casos y en algunas regiones, el comportamiento de los animales también es utilizado como pronóstico de lluvia.

Aunque suene extraño, las personas también tenían que ver con el pronóstico, si tuviera picor o le doliera una antigua cicatriz, sería posible cambio de tiempo. Signos de lluvia podrían ser los crujidos y sonidos de muebles, el hollín que cae de la chimenea, olor de los desagües, siembra “retorcida”, humedad en las baldosas de las habitaciones, el sauce que “llora” estando seco, y otras muchas barbaridades científicas.

Otra curiosidad de las ya mencionadas cabañuelas es que, no en todos los países se hacen en el mes de enero, por ejemplo los hindúes lo hacen a mitad del invierno y los campesinos finlandeses en los primeros 24 días contados desde el solsticio de verano. También se debe analizar que, dado que el clima no es estándar en el planeta, las predicciones se refieren a radios de acción muy limitados y que no abarcarán más de 30 o 40 kilómetros a la redonda.

En resumen las cabañuelas no tienen ningún sentido ni fundamento científico por varias razones; se debe que tener en cuenta que la atmósfera es un sistema caótico, lo que cambios pequeños en lugares remotos pueden acabar teniendo efectos muy grandes en la meteorología local, los días utilizados para las mediciones son totalmente arbitrarios, las estadísticas acumuladas en Colombia durante los últimos 30 años muestran que no hay coincidencia de ningún tipo entre las predicciones mencionadas y los eventos climáticos ocurridos.

Pero como dice el saber popular “no hay que creer en brujas pero que las hay, las hay” así que mis predicciones basadas en las cabañuelas son de tranquilidad, estabilidad y progreso para este país.

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@alvaro080255