Ante la digitalización y la capacidad de acceso de usuarios a miles de aplicaciones y servicios, uno de los principales miedos y reservas se encuentra en el acceso en el que estamos cediendo a nuestros datos personales y el uso final que estos estarán teniendo.
¿Cuántas veces no hemos recibido correos sobre productos o servicios que difícilmente recordamos? O incluso la costumbre general sobre tener un e-mail para Spam o promociones. Sin embargo, más allá de buscar alternativas es importante que los usuarios reconozcan cuáles son las buenas prácticas y que puedan discernir los productos digitales que protegen sobre los que usan indiscriminadamente los datos personales
Según datos de Kantar Millward Brown, al 70% de los usuarios no les importa recibir publicidad a cambio del uso gratuito de la aplicación u obtener premios y esto tiene dos efectos, que probablemente no se estén considerando a la hora de aceptar. El primero es cómo se decide la publicidad que va a mostrarte y le segunda como la publicidad puede modificar sus hábitos.
Para entender cómo se decide, debemos de pensar en los hábitos digitales que se desarrollan al utilizar los dispositivos, si bien los anuncios no acceden al contenido de datos “sensibles” como sus conversaciones o fotos, sí conocen los hábitos de uso. Por ejemplo, si mandas fotos, desde dónde o con qué frecuencia. Los llamados metadatos. Entre los datos podemos encontrar que las aplicaciones conocen:
Su información:
Información en su cuenta, como su rango de edad y género
Su ubicación general
Su actividad:
La búsqueda actual
La actividad de búsqueda anterior
La actividad mientras la aplicación estaba activa
Las interacciones previas con anuncios
Los tipos de sitios web que visitas
Los tipos de actividad con apps para dispositivos móviles en su dispositivo
La actividad en otro dispositivo
Otra información:
La hora del día
La información que le diste al anunciante; por ejemplo, si te registraste en un boletín informativo con su dirección de correo electrónico
Para conocer cómo puede modificar su comportamiento, tenemos que analizar la denominada “Cámara de Eco”. Este fenómeno describe que, al analizar su actividad en línea o dispositivos, la publicidad digital puede generar una situación en la que la información, ideas o creencias son amplificadas por transmisión y repetición en un sistema “cerrado” y en el que las visiones contrarias pueden ser censuradas, prohibidas o representadas de forma mínima, reafirmando una visión personal que no considera opiniones distintas a las propias.
Si bien, la forma en la que se decide esta publicidad es en pro de que los consumidores reciban lo que en realidad les interesa, puede ser potencialmente peligrosa, al grado de que se acusa de influir en elecciones enteras.
Desde el punto de vista gubernamental o empresarial existe una gran oportunidad de regulación y buenas prácticas, que inevitablemente las empresas de software estamos atravesando. No obstante, uno de los grandes diferenciadores debe también ser transmitido hacia los usuarios, ante la capacidad de discernir cuáles son las aplicaciones que tienen buenas prácticas ante la privacidad.
La clave se encuentra en encontrar cuál es el corazón de la aplicación, qué gana y entender el papel del usuario en esta ecuación. Por ejemplo, en Zoho contamos con una versión gratuita de todas las aplicaciones. Lo que en apariencia podría interpretarse como que en Zoho buscamos sus datos para mantener las versiones gratuitas, la percepción cambia cuando se analiza que el centro de la compañía es ofrecer pruebas que te permitan conocer sus hábitos y la capacidad de entender si la empresa necesita la aplicación.
Los datos que se almacenan en nuestra compañía tienen el fin de mejorar la usabilidad, encontrar oportunidades de nuevas aplicaciones y que las compañías que utilizan nuestro software puedan crecer, mejoren su rentabilidad y que conforme necesiten más de nuestras soluciones puedan adquirir más licencias. Un esquema en el que se crezca en conjunto.